Por Manuel Chaves Quirós
Por lo general se piensa que el paso previo para aspirar a cualquier puesto de trabajo es la entrevista de selección. Nada más equivocado que eso.
El proceso para que una persona pueda ser seleccionada para un puesto de trabajo, o bien, para encaminar el emprendimiento que le permita prosperar lo iniciamos desde nuestra propia infancia.
A finales del siglo XIX el surgimiento del movimiento pedagógico “Escuela Nueva” o “Escuela activa”, como también se le conoce, liderado en los EEUU por el psicopedagogo John Dewey ya planteaba alguna solución a esta disyuntiva educativa al oponerse rotundamente al tipo de educación tradicional formalista, vertical y memorística que predominaba en aquellas décadas y que hoy, a pesar de los esfuerzos que se dan en diferentes latitudes, continúa practicándose en las escuelas de primaria y secundaria.
El movimiento de la Escuela Nueva o Activa comenzó a plantear que el profesor o maestro no podían seguir siendo el punto central de la experiencia educativa y, mucho menos, la prioridad que se le daba a la memorización de contenidos. Sus principales propuestas daban un vuelco total a esta educación “cajonera” que producía personas en masa.
Dewey planteó 2 cosas fundamentales: el centro de la educación deben ser los propios niños (ya no el docente que “lo sabía todo”) y las experiencias pedagógicas deben girar en torno a sus intereses, a sus motivaciones, a aquello que les incita a aprender. Esto último fundamental para lo que se refiere al desarrollo de las actitudes.
Y resulta que hoy, ya casi alcanzando la segunda década del nuevo milenio, la actitud de las personas supera en importancia a la formación que se posea en cualquier especialidad o carrera, a pesar de que ello es vital mas no lo fundamental en los procesos de selección, ya que lo primero no aparece nunca en un currículum.
El desarrollo de buenas actitudes y una preparación para la vida son fundamentales para la adecuada inserción en el mundo del trabajo actualmente, ya que las motivaciones y el contacto con las demás personas son condiciones que nos pueden llevar a un nivel más alto de nuestros conocimientos en un área de trabajo determinada. “No contratamos a ingenieros, contratamos a personas que saben de ingeniería”, es el lema que algunos expertos en selección de personal han venido acuñando, ya que la condición central que debe tener cualquier futuro trabajador es precisamente la de ser una persona que posea competencias transversales (habilidades para la vida, como la empatía y capacidad para resolver problemas) y que “tengan disposición y ganas de aprender”.
En nuestro sistema educativo vienen dándose pasos importantes en este sentido, pero nos falta terminar de dar forma en la práctica a esa educación que permita a nuestros niños y jóvenes adquirir las herramientas necesarias para ser profesionales completos e integrales que tengan los conocimientos técnicos del área en que decidan especializarse pero también aquellas competencias(llamadas también “competencias del siglo XXI) que posibiliten su mejor inserción en la vida laboral desde todo punto de vista: técnico y personal-social.