martes, 3 de noviembre de 2020

Cómo la educación cambió mi vida...

 


Por Manuel Chaves QuirósMSc. en Desarrollo personal y profesionalOrientador 
La educación es el movilizador social por excelencia y es la llave que cualquier ser humano necesita para aspirar a una mejor calidad de vida. En el año 2000 los líderes mundiales en el marco de las Naciones Unidas aprobaron los llamados "Objetivos de Desarrollo del Milenio" (ODM) precisamente para concientizar acerca del estado de la educación de los países en desarrollo que implican, entre otras cosas, el acceso universal a la educación primaria y la adquisición de capacidades en lectoescritura y matemáticas.
Vivimos actualmente una coyuntura tan particular como difícil en donde nos debatimos en medio de una pandemia (algo que no le sucedía a la humanidad desde hace 100 años) y como efecto de la misma en una contracción de la economía que pone en algún peligro el tema de la financiación de los Estados al sector educativo. Incluso hay algunos sectores que abogan por una disminución de estos presupuestos lo cual equivaldría a que "nos peguemos un tiro en los pies".
Según el Informe del Estado de la Educación en Costa Rica del año pasado quitar recursos a la educación pública es una premisa equivocada que no tiene sustento en los datos. Los defensores de la misma aducen que no necesitamos invertir tanto por estudiante para lograr una mejor calidad educativa. A cuenta de datos la respuesta del informe es por demás contundente: : "los países de ingresos medios-altos con mejores sistemas educativos que el de Costa Rica tienen niveles superiores de inversión. Recursos no sobran; simplemente no están bien asignados en función de las grandes prioridades que el sistema debe resolver y que el país requiere"(Informe del Estado de la educación, 2019).
Es decir, ni el gasto en educación es excesivo, ni llegamos a tener el gasto por estudiante de los países desarrollados, pero lo que invertimos en educación lo podríamos hacer mejor.
Independientemente de estas discusiones hay algo que no puede quedar en entredicho: la importancia que tiene la educación para las personas y los países que deseen aspirar a un desarrollo integral.
¿Qué pasaría con mi vida en estos momentos si no hubiese estudiado?
Nací en Octubre de 1970 en medio de una serie de condiciones que, podría decir, se confabulaban en mi contra. Mi papá y mi mamá eran muy jóvenes, vivían en una zona rural agrícola en donde la pobreza y la falta de oportunidades eran dos grandes muros que había que sortear. Sus infancias no fueron para nada fáciles. Ellos eran hijos de hombres y mujeres que, como “En el sitio de las abras” de Fabián Dobles, llegaron a una zona recóndita a “bajar” montaña para convertir selva en sembradíos y potreros. Desde pequeños tuvieron que apoyar con trabajo a sus numerosas familias para hacer prosperar los cafetales que con mucho esfuerzo mis abuelos emprendieron allá en los cerros del Doán en Urasca de Cachí durante la primera mitad del siglo pasado.
Cuando ellos me han contado algunos de los detalles de lo que era esa vida me sorprende sobremanera la forma en que pudieron salir adelante sin las condiciones básicas mínimas en sus casas, sin colchones para dormir y ni siquiera cobijas(para aminorar el frío de las madrugadas en las esteras donde dormían utilizaban sacos de “gangoche”). Para aspirar a tener servicios de salud de emergencia debían caminar por cerca de dos horas. Mis abuelas, me cuentan, nunca tuvieron a sus hijos en un hospital ya que eso era impensable en la primera mitad del siglo XX en las zonas más alejadas de nuestro país, para ello se hacían de los servicios de una partera y para limpiarse, al no contar con servicios de agua en sus casas, tenían que ir al río...Impensable verse en una circunstancia similar en nuestros días.
Aún así, con tantas carencias y factores en contra, si existía cerca del cacerío un lugar que, de una u otra manera, marcó una diferencia de la que nos vimos beneficiados muchos años después mi hermano, mis hermanas y yo: una escuela.
Allí mi papá y mi mamá pudieron vencer a uno de los principales enemigos de la época: el analfabetismo. Aprendieron a leer, a escribir, a sumar y restar...lo que quizás los impulsó a migrar para buscar un mejor futuro una vez que habían decidido tener una familia y no querer que sus hijos padecieran las vicisitudes que ellos si.
Como era lo normal en esa época mi madre se quedaría en la casa cuidando a los hijos y haciéndose cargo de las labores domésticas. Mi papá consiguió un trabajo como policía, gracias a que sabía leer, escribir y manejar vehículo. Allá por los inicios de los años 70´s emprendieron camino hacia la ciudad de Cartago y se establecieron. Según lo que nos cuentan, vivían mejor, tenían más acceso a servicios y mejores condiciones de vida, aunque económicamente éramos una familia en condición de vulnerabilidad.
En esos años, ser policía civil ya no representaba un peligro para la sociedad debido a que nuestro país ya llevaba más de 25 años de haber abolido su ejército lo que daba pie a una fuerza policial civil encaminada a resguardar la seguridad de la población ante la delincuencia común. Otra circunstancia que marcó a la Costa Rica que disfrutamos hasta hoy por cierto.
Después de varios años en la policía mi padre pudo aspirar a un mejor empleo y terminamos migrando a San José, nuestra ciudad capital, y nos establecimos en Purral de Guadalupe que, en aquellos días, era prácticamente una zona rural. Lugar hermoso en esos días, plagado de naturaleza, ríos cristalinos y una vida apacible en donde se combinaba la vida del campo y el acceso a mejores servicios de salud, transporte, entretenimiento, mercados, supermercados y demás...Y por supuesto, no podía faltar la escuela.
Mi papá y mi mamá pudieron entender la importancia de la educación(ellos mismos lo habían experimentado cuando fueron niños) y así, a pesar de las condiciones económicas que tenían, nos hicieron ir a la escuela y con ello nos cambiaron la vida. Allí, en esa escuelita rural, con aquellos pupitres viejos y aquellos libros que pasaban de generación en generación comenzó un cambio que, hoy por hoy, a muchas personas nos ha marcado positivamente para siempre...
Es probable que el detalle de este relato que les comparto sea parte de un libro que lleva dando vueltas en mi cabeza desde hace algún tiempo, por lo que no voy a entrar en muchos detalles. Pero cuando esta semana pude leer un reportaje de la BBC en donde se dice que Costa Rica ha llegado a ser uno de los países más innovadores de América Latina ( https://www.bbc.com/mundo/noticias-48193736?fbclid=IwAR3RHjt3ysImcsZoh8CC1r6vIHlwSlQC-O8xhZw1O12Rjf9ry5j3zcrAhLE) viene a mi mente la grandeza de nuestros abuelos y bisabuelos que, desde el año 1869, establecieron que la educación pública sería un servicio obligatorio pero, a la vez, costeado por el Estado para así hacer que las generaciones venideras tuvieran la oportunidad de mejorar su vida y de disfrutar de mejores oportunidades.
Sí, tenemos muchas cosas por mejorar y muchos retos por delante en nuestro país. Pero hoy quisiera rescatar la grandeza de nuestros padres y madres, abuelos y abuelas, que en vista de las facilidades que daba el Estado para estudiar lograron que sus hijos e hijas vencieran a la pobreza y aspiraran con ello a mejorar sus vidas y la de las subsiguientes generaciones.
Aprovechar la oportunidad de estudiar que me dio mi familia, con grandes esfuerzos y sacrificios, conjuntamente con un Estado que había apostado por brindar educación pública a la gran mayoría de niños, niñas y jóvenes independientemente de su condición socioeconómica fue la mejor decisión que he tomado en mi vida.
A mi papá y mamá que, a pesar de la pobreza en que vivieron gran parte de sus vidas, tuvieron esa mentalidad de crecimiento para reconocer que la educación era el mejor camino que debíamos tomar si queríamos tener mejores condiciones de vida y a mi país que a lo largo de muchas décadas supo tomar extraordinarias decisiones que seguirán marcando el camino para que muchas más generaciones tengan un futuro prometedor: MUCHAS GRACIAS!

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