Desde algunos años antes de enfrentarnos a la realidad de la pandemia provocada por el COVID 19 se venía planteando desde diversas organizaciones y entornos laborales algunos de los cambios que experimentaría el mundo del trabajo y que estaban siendo proyectados, al menos, hasta dentro de una década más o menos.
Sin embargo, las circunstancias y las necesidades derivadas de lo que hemos vivido durante ya casi dos años han revolucionado y adelantado muchos de esos cambios derivados, en un inicio pre-pandémico, de la automatización de muchos procesos en la producción de bienes y servicios.
Esta realidad ha generado necesidades en las organizaciones que tanto tienen que ver con la adquisición de habilidades técnicas como también en un conjunto de competencias que van más allá del aprendizaje formal en una determinada área y que tienen que ver con lo que se ha llamado a lo largo de los años “habilidades del siglo XXI”.
Según un reciente estudio del McKinsey Global Institute, del que hace eco la revista digital “Estrategia y negocios” (www.estrategiaynegocios.net) en un artículo titulado “Competencias laborales más relevantes para abrirse paso hacia el futuro del trabajo”, en los nuevos empleos del mañana (que según el Banco Mundial en el 2025 serán 149 millones) disminuirá la necesidad de habilidades manuales y cognitivas básicas y se incrementará la demanda de competencias tecnológicas, sociales, emocionales y cognitivas superiores.
Esta conclusión general nos tiene que llegar a replantear qué tanto se está haciendo desde la educación formal, especialmente de los niños y las niñas escolares, que se enfrentarán a estas nuevas realidades cuando tengan la edad de incorporarse como personas adultas a una actividad productiva desde el trabajo que decidan desarrollar en su futura elección vocacional.
Existe dentro de los hallazgos de este estudio algo muy interesante: la mayor parte de esas competencias tienen que ver con habilidades en los ámbitos del desarrollo personal-social, en la formación integral que persigue, integradas a las competencias técnicas, formar buenas personas antes que simplemente “trabajadores calificados” en un área específica.
Esta investigación identificó un conjunto de 56 competencias fundamentales comunes para todos los profesionales, independientemente de su actividad y sector, y demuestra cómo una mayor competencia en ellas está asociada con una mayor probabilidad de empleo, mejores ingresos y más satisfacción laboral. El estudio destaca que “para enfrentar el futuro del trabajo, el desarrollo de competencias debe estar orientado a agregar valor más allá de lo que pueden hacer los sistemas automatizados y las máquinas inteligentes, operar en un entorno digital y adaptarse continuamente a las nuevas formas de trabajar y a las nuevas ocupaciones”.
Esas competencias son denominadas “DELTA” ya que a criterio de los investigadores e investigadoras que llevaron a cabo el estudio, estas no son habilidades puras sino una mezcla de habilidades y actitudes. El acrónimo significa “Distint Elements Of TA” (Elementos Distintivos del Talento) y engloba tanto habilidades como actitudes que serán necesarias en los empleos del mañana.
De esta manera, las DELTA
fueron agrupadas en cuatro amplias categorías: cognitivas, digitales,
interpersonales y de autoliderazgo. Dichas categorías, a su vez, engloban trece
grupos de competencias y en ellos se identifican 56 elementos de talento:
Dentro del grupo “Cognitivas” nos podemos encontrar DELTA’s relacionadas a la comunicación(como la facilidad para hablar en público) y flexibilidad mental(tener creatividad e imaginación por ejemplo), dentro del grupo “Interpersonales” encontramos el desarrollar relaciones(con habilidades como la empatía y actitudes como la humildad) o eficacia para trabajar en equipo(ser una persona colaborativa, habilidad para resolución de conflictos). Por otra parte, encontramos el grupo de “Auto liderazgo” donde se pueden encontrar competencias como la Autoconciencia y la Autogestión(con competencias como el autocontrol y actitudes como la integridad personal) y el último grupo “Digital” que incorpora, entre otras, Desarrollo y uso de software(como programación y uso de datos).
Mediante las encuestas que aplicaron a 18000 personas en más de 15 países lograron encontrar que:
- Las competencias más bajas están en dos grupos de habilidades digitales: el uso de software y el desarrollo y comprensión de sistemas digitales. También se encontraron limitaciones en la categoría cognitiva, específicamente, las habilidades para la comunicación, en la planificación y formas de trabajar.
- Algunas competencias están vinculadas a la educación. En general, los participantes con un título universitario tuvieron niveles de competencia DELTA más altos, lo que sugiere que estarán mejor preparados para los cambios laborales (de ahí la importancia en seguir insistiendo y haciendo todos los esfuerzos necesarios para mantener dentro de los sistemas educativos a los niños, niñas y jóvenes). Sin embargo, resulta curioso que en muchas competencias de las categorías de autoliderazgo e interpersonales, como «confianza en sí mismos», «hacer frente a la incertidumbre», «coraje y toma de riesgos», «empatía», «entrenamiento» y «resolución de conflictos», no existe tal asociación. Incluso algunos DELTA, como la “humildad”, disminuyen al aumentar el nivel educativo.
- Los encuestados con mayores competencias
DELTA tienen una mayor empleabilidad.
- La competencia digital parece estar particularmente asociada con ingresos más altos. Según el estudio, mayor competencia digital en todas las DELTA digitales implica un 41 por ciento más de probabilidades de obtener un ingreso superior, frente al 30 por ciento para las DELTA cognitivas, el 24 por ciento para las de autoliderazgo y el 14 por ciento para las interpersonales.
- La satisfacción en el trabajo se asocia en mayor medida con ciertos DELTA de la categoría de autoliderazgo. Variables como «automotivación y bienestar», «hacer frente a la incertidumbre» y «confianza en sí mismo» son las que demuestran tener el mayor impacto en la satisfacción laboral de las personas encuestadas.
- La satisfacción en el trabajo se asocia con ciertos DELTA de la categoría de autoliderazgo. Variables como «automotivación y bienestar», «hacer frente a la incertidumbre» y «confianza en sí mismo» son las que demuestran tener el mayor impacto en la satisfacción laboral de los encuestados. Este último dato traspasa el mundo del trabajo y “toca” las demás dimensiones del desarrollo personal-social gracias a que hablamos aquí de la importancia de la autoestima cuya condición es determinante en nuestro posicionamiento en el mundo y con el mundo.
Este modelo DELTA puede ser un punto de referencia fundamental para que los sistemas educativos puedan incorporar y fundamentar una educación que tanto prepare para la vida como también lo haga de forma mucho más efectiva para el mundo del trabajo de millones de estudiantes, niños, niñas y jóvenes, que actualmente se encuentran dentro de la educación formal en nuestros respectivos países y que serán la fuerza laboral de un futuro que está más cerca de lo que creemos.
Según parte del resultado de la encuesta anual que desarrolla ADDECO en España titulada “Qué voy a hacer de mayor” del año 2019, dirigida a niños y niñas entre los 4 y 16 años, más de un 39% de ellos y ellas consideraban que “conseguir trabajo era difícil”. Esta percepción que manifiestan acerca de un mundo del trabajo del cual aún no forman parte, nos lleva a pensar en la importancia del estudio de McKinsey tanto en lo que respecta a la necesaria permanencia dentro de los sistemas educativos como en la necesaria mejora cualitativa de los mismos. Obviamente conseguir trabajo, tal cual lo perciben, puede resultar una empresa difícil especialmente en un momento como este en el que apenas estamos comenzando a superar la pandemia, pero sin duda lo será más si no se continúa estudiando y preparándose para ese momento tanto en la formación general como en el desarrollo vocacional cuyas especificaciones y cumplimiento de tareas vitales preparan precisamente para ello.
Desde la infancia, con el concurso de las escuelas y las familias, se deben coordinar procesos (más que esfuerzos) encaminados a acabar con la deserción escolar, entre otras cosas, haciendo hincapié en la necesidad de seguir estudiando, avanzar, esforzarse y superarse para huir del conformismo, la autoindulgencia y la falta de visión personal. Entender la importancia de la inversión de sí mismos mediate la educación para así cultivar nuestra personalidad y construir lo que llamo nuestra “simbiosis vocacional unilateral”.
En Costa Rica tenemos cerca de 150 000 jóvenes entre los 15 y 29 años que no estudian ni trabajan (esta es la realidad de nuestro fenómeno “ninis”) y es una tendencia que debemos de revertir urgentemente en nuestros países tanto para lograr que muchos de ellos y ellas se integren productivamente en la sociedad como también para que los niños y niñas que hoy están en la escuela continúen su proceso educativo desde una visión personal alentadora, motivante y posible.
Nos encontramos en el próximo artículo 😉
Para las personas que deseen darle una mirada al estudio completo acá el link: