Antes y después del trabajo infantil (GMB Akash(fotógrafo bangladesi)
Charles Dickens, el
extraordinario escritor inglés, supo desde muy temprana edad lo que era “trabajar”
a partir de su experiencia en una fábrica de betún para zapatos que le permitió
experimentar en carne propia la explotación de niños y niñas en edades tan
tempranas que, a pesar de que hoy en día nos parece inimaginable, seguimos
experimentando en muchas partes del mundo. De hecho, tanto en “Cuento de
Navidad” como en “Oliver Twist” quiso plantear una denuncia de esta situación
que existía en el siglo XVIII en Inglaterra la cual marcaba una vida de muy
limitadas oportunidades para niños, niñas y jóvenes.
"Se calcula que 400 millones de menores
en todo el mundo son esclavos"
En una entrevista realizada hace
pocos años a la curadora del museo Dickens en Londres, Louisa Price, cuenta que
el autor estaba realmente furioso por esta circunstancia que él mismo vivió en
su infancia de tal manera que tuvo la idea de escribir un panfleto para
denunciarla, sin embargo, rectificó y le escribió a un amigo diciéndole que, en
lugar del panfleto, escribiría “algo en navidad que tendría 20 veces más
fuerza”. Así nació “Cuento de Navidad”, un libro cuyo motivo principal era
mejorar la alicaída situación económica de Dickens pero que luego se fue
transformando en una obra que rescataría la celebración de la navidad tal y
como la conocemos ahora (por cierto, prohibida durante muchos años antes por la
misma iglesia debido a la desnaturalización de la celebración) pero que también
le sirvió para ilustrar esa explotación infantil en el Londres de aquella época.
Créanme, soy partidario que desde jóvenes las personas deben tener alguna experiencia de trabajo para que podamos darnos cuenta de qué es trabajar, cuán importante es para las personas y cómo a través del mismo nos podemos sentir productivos pero de una forma que posibilite un aprendizaje, desarrollar los valores asociados a esta actividad humana y fortalecer nuestro propio proceso vocacional . De hecho, algunas de las principales tareas de desarrollo que deben cumplir niños y niñas entre los 11 y 14 años van encaminadas hacia ese fin.
La participación e incorporación
de las familias y las escuelas en los procesos de desarrollo de carrera en los
niños y las niñas deben posibilitar un adecuado equilibrio entre lo netamente
académico con aquellos aspectos referentes al autoconocimiento, la estimulación
temprana y el conocimiento de un mundo del trabajo que pueda ser visualizado
como una verdadera oportunidad que sea parte de un proyecto de vida que se vaya
construyendo poco a poco y permita alcanzar objetivos que vayan más allá de una
mera susbsistencia o una acumulación de riqueza material (esta, curiosamente,
es una enseñanza fundamental en la obra de Dickens).
El pasado 16 de abril se celebró
el “Día Mundial contra la Esclavitud Infantil” cuyo origen proviene de la experiencia
de un niño que a los 4 años fue vendido por su padre a una fábrica de alfombras
en Punyab, Paquistán. A los 10 años este niño llamado Iqbal Masih asistió a un
mitin sobre derechos humanos y su vida cambió radicalmente. Se fugó de su
cautiverio y, a partir de ese momento, se convirtió en un activo luchador
contra la esclavitud infantil e, incluso, consiguió cerrar empresas en donde
había explotación infantil. Su ejemplo trascendió y recibió premios
internacionales por su lucha y compromiso para erradicar esta práctica.
Sin embargo, la vida de Iqbal se
apagó 2 años después al ser asesinado por intereses relacionados con la
industria de alfombras paquistaníes según el Frente de Liberación del Trabajo
en Condiciones de Servidumbre, la organización que lo apoyó en toda su lucha.
Se calcula que 400 millones de
menores en todo el mundo son esclavos, de los cuales 168 millones trabajan. Casi
la mitad de ellos, 72 millones, realizan trabajos peligrosos, sobre todo en
África subsahariana, en Asia y el Pacífico, y en América Latina y el Caribe.
"Iqbal Masih murió asesinado a los 12 años
debido a su lucha contra la esclavitud infantil"
La explotación infantil es, al
mismo tiempo, consecuencia y causa de la pobreza. Lleva a niños y niñas al
sótano del ascensor social, fomenta mayores índices de analfabetismo, provoca
enfermedades y malnutrición y, en síntesis, no hace posible la posibilidad de
optar por una mejor calidad de vida en especial de aquellos y aquellas que
provienen de los hogares más pobres y de zonas rurales. Algunas de las
actividades asociadas a esta actividad ilícita son sectores como fundiciones,
minería, talleres de curtido y artesanía, entre otros. En la explotación
infantil también existen algunas diferencias de género ya que se ha establecido
que tanto el servicio doméstico como la industria textil (comúnmente llamadas
maquilas) son actividades donde la explotación de las niñas se da de forma
recurrente.
Para UNICEF, esta situación se da
cuando se obliga al niño a trabajar a una edad muy temprana, en jornadas
excesivas, en condiciones de estrés, en ambientes inapropiados, con exceso de
responsabilidad, y bajo salario, sin acceso a la educación, y minando su
dignidad y su autoestima; en suma, dificultando su pleno desarrollo
personal-social.
La explotación infantil existe
aunque la Convención de los Derechos del Niño contemple que “la humanidad debe
al niño lo mejor que puede darle”, y esto es lo que le ayudará a “desarrollarse
física, mental, moral, espiritual y socialmente, en forma saludable, en
condiciones de libertad y de dignidad”, debiendo ser protegidos “contra toda
forma de abandono, crueldad y explotación”. Sin embargo, la OIT alerta del
riesgo de que la crisis provocada por la pandemia empuje al mercado laboral a
gran número de niños y niñas para ayudar a la subsistencia de sus familias.
Uno de los métodos más efectivos
para intentar erradicar esta situación se basa en el establecimiento de una
edad laboral mínima por ley (la cual en países como el nuestro ha sido aprobada
desde hace varias décadas en los 15 años) pero se señala que con esto no es
suficiente ya que se necesita un control efectivo por parte de los Estados y el
apoyo a las familias en riesgo de exclusión que son las que principalmente
aceptan esta práctica para paliar sus necesidades más fundamentales.
Se debe sensibilizar al conjunto
de la sociedad para que denuncie, reaccione y repruebe el trabajo infantil
inaceptable y cualquiera de las otras formas de explotación relacionadas y
derivadas de esta, como son la trata y el tráfico de personas. De la
sensibilización y el compromiso hay que avanzar hacia una educación universal
de calidad y a un compromiso real por la erradicación de la pobreza infantil, lo
cual es una meta estrechamente ligada con el octavo ODS: acabar con el trabajo
infantil para 2025(octavo Objetivo de Desarrollo Sostenible del PNUD)
Desde la perspectiva del
desarrollo vocacional, la orientación establece que, si bien es cierto niños y
niñas deben cumplir con las tareas propias del desarrollo vocacional, lo es en
el sentido de observar a las personas adultas llevando a cabo labores
propias de ocupaciones o profesiones para que, en ese proceso de conocimiento
del medio, puedan ir creando afinidad con sus propios intereses y
habilidades que poco a poco van tejiendo una personalidad particular. Este
es el contacto que deben de tener en su infancia con el trabajo para que,
mediante el juego y la visualización, se observen a sí mismos y así mismas
ejecutando de forma educativa y lúdica actividades propias de ese mundo del
trabajo al cual les corresponderá ingresar formalmente hasta ya avanzado el
Período de Exploración a partir del final de su educación secundaria, lo cual
se constituye en un proceso de mediano y largo plazo.
"La vocación se construye desde la infancia
en donde se debe aprender jugando no trabajando"
Cada
una de las etapas del desarrollo de la vocación por las cuales transitamos
durante nuestra vida están conformadas por diferentes tareas de desarrollo cuyo
cumplimiento es vital para alcanzar la madurez vocacional necesaria para tomar
la importante decisión sobre cuál es el trabajo al que nos vamos a dedicar y
cuánto va a determinar una buena parte de nuestra calidad de vida. Esto es lo
que se pone en juego cuando hablamos de la importancia que tiene la educación
para los niños, niñas y jóvenes y, por ende, la orientación vocacional
especialmente en un momento de la historia en que el mundo del trabajo se ha
vuelto cada vez más complejo.
De esta forma, por ejemplo, en la etapa del desarrollo de “Fantasía”(entre los 4 y 10 años) deberán imaginarse realizando roles en ocupaciones que les llamen poderosamente la atención. Es aquí en donde el juego se constituye en una actividad imprescindible y que se debe de estimular tanto en la escuela como en la vida familiar cotidiana. Por esta razón, es común observar en chicos y chicas de esta edad jugar al bombero, al policía, a la maestra, al futbolista, etc, vivenciando sus primeras inclinaciones que, además de acercarlos en una visión lúdica de las ocupaciones, los ayudan a construir intereses, a practicar habilidades y “darse cuenta” de algunos valores asociados “al trabajar”.
Si un niño o niña no tiene la oportunidad de “fantasear” y de jugar a “aquello que le gustaría ser cuando sea grande” no podrá madurar vocacionalmente y esto de una u otra forma le dificultará desarrollar adecuadamente su personalidad al no cumplir con lo que se espera que haga a su edad. De ahí que el tema del trabajo infantil, a pesar de que culturalmente en muchos países se vea como algo “normal” o bien como una actividad de subsistencia, termina no solo minando la oportunidad de crecer y desarrollarse plenamente sino que, además, lejos de resolver los problemas de pobreza más bien los hace perdurar generación tras generación lo que lo vuelve en un círculo vicioso.
Una de las actividades más importantes que cualquier proceso de desarrollo vocacional debe de incorporar de la mano con la educación formal desde la escuela primaria es la capacidad de “visualizarse” tanto a través del cumplimiento de las tareas y conductas de la etapa de “Fantasía” (mediante el juego especialmente) como desde el autoconocimiento y el mayor realismo que van adquiriendo de ese mundo del trabajo a partir de las tareas y conductas vocacionales que comenzarán entrados los 11 años y que continuará hacia su ingreso a la educación secundaria.
La orientación desde su labor
educativa, vocacional y social debe promover, de la mano con la educación, ese crecimiento
óptimo desde la infancia en un trabajo mancomunado con las instituciones
educativas y las familias para que ese desarrollo integral se geste desde la perspectiva
del desarrollo integral como parte intrínseca de la prevención y el respeto a los
derechos humanos más fundamentales que deben de disfrutar y que son condición
“sine qua non” para alcanzar una calidad y sentido de vida que no debe ser una
utopía sino el objetivo fundamental de un verdadero y concreto proyecto de
vida.
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