martes, 29 de junio de 2021
Un mundo del trabajo con valores
martes, 22 de junio de 2021
La influencia de nuestro padre en el desarrollo de la vocación
El pasado domingo 20 de junio se celebró en Costa Rica el “Día del Padre” y no quería pasar desapercibida la influencia que, de una u otra forma, directa o indirectamente, han tenido y tienen las figuras paternas en el desarrollo vocacional de sus hijos e hijas durante la infancia.
No es algo sencillo intentar hacer este
ejercicio ya que, en la mayoría de los casos, esta influencia es difícil
apartarla de la interacción que hemos observado a lo largo de nuestra vida
conjuntamente con la de nuestras madres, es decir, de nuestro núcleo familiar
completo. Sin embargo, voy a tratar de hacer el esfuerzo por diseccionar ese
peso por separado. Prometo que el “Día de las madres” intentaré hacer lo propio
con esta otra figura significativa de nuestra vida.
Dicha influencia puede ser muy
variada y no unidireccional. Tenemos papás que han influido al punto de que sus
hijos e hijas tomaran la decisión de seguir sus mismos pasos en una profesión u
ocupación, otros que por su esfuerzo y apoyo han conseguido que llegaran a prepararse hasta llegar a la universidad (algo que aquellos
no pudieron alcanzar), otros que con sus empeños y valores lograron transmitir,
hoy por hoy, actitudes y conductas que guían el día a día en las labores que
desarrollan siempre mirando el punto de referencia que aquellos les han
marcado. Incluso hasta aquellos padres que, por alguna u otra razón, no traen
buenos recuerdos y han influido el desarrollo vocacional de
sus hijos hasta para saber lo que estos no querrán ser nunca ni profesional ni
personalmente.
Según se ha podido determinar, el
50% de nuestra felicidad es herencia genética. Nada podemos hacer para influir
en este porcentaje ya que lo traemos desde el mismo momento en que somos
concebidos. Un 10% dependerá de las posesiones y logros que hayamos alcanzado
en la vida y el restante 40% de nuestra capacidad
de ser felices depende única y exclusivamente de lo que conscientemente nos
dediquemos a hacer en el día a día de nuestras vidas.
Esta importante conclusión de los
estudios de la psicóloga ruso-norteamerica Sonja Lyubomirsky se aplican
perfectamente al desarrollo vocacional ya que cuando hablamos de esto, en realidad, hablamos del desarrollo integral que es algo que va
más allá de la vocación lo cual representa únicamente, según lo entiende la
mayor parte de las personas, su profesión o la ocupación en la cual se
desenvuelven o que quieren llegar a alcanzar en el futuro.
Así las cosas, no podemos
circunscribir la influencia que tienen nuestros padres solamente al señalar
cuanto influyeron en nosotros en la toma de una decisión acerca de a qué actividad dedicarnos en nuestra vida laboral sino, más bien, cuanta de esa influencia
afecta todas las áreas de nuestra personalidad en términos de conductas, actitudes, valores,
creencias, visión de mundo, etc. Y esto nos pasa desde que estamos muy
pequeños, en lo que día a día hemos observado o percibido de
nuestras figuras paternas.
Nuestros
años de infancia son sumamente importantes en la adquisición de destrezas de
aprendizaje, de actitudes y conductas que van a determinar cómo seremos en
etapas posteriores de vida, así como también donde comenzamos a desarrollar
intereses y habilidades que nos harán únicos y con una determinada
personalidad.
Como lo he señalado reiteradamente en artículos anteriores, cuando transitamos por nuestra infancia, una etapa coincidente con nuestro paso por la educación primaria, empezamos a construir nuestro desarrollo vocacional del cual nuestra vocación es una parte importante, mas no la única.
Este importante período se divide en 3 subetapas: Fantasía (de los 4 a los 10 años). Intereses (de los 11 a los 12 años) y Capacidades y aptitudes (de los 13 a los 14 años).
Durante los años en que los niños y las niñas evolucionan en el contexto de este proceso vital es preciso que cumplan 13 diferentes tareas de desarrollo de carrera que van desde “Tener inclinación hacia objetos o actividades específicas de su gusto”, pasando por “Adjudicar valores al mundo del trabajo mediante el conocimiento de diferentes ocupaciones” y llegando a tareas más complejas como “Tener conciencia de la relación entre presente y futuro”. Dentro de estas y las restantes 10 tareas es preciso que los chicos y chicas, al llegar al fin de la última subetapa, hayan logrado desarrollar 45 conductas vocacionales que son básicamente el parámetro que ayuda a establecer si las tareas de desarrollo han sido cumplidas y, de esta manera, poder determinar la madurez vocacional que han logrado.
Pueden existir en este proceso varias personas referentes para el niño o la niña pero, de forma especial, uno de esos primeros y más importantes referentes lo es su figura paterna. Lo que a lo largo de esos años observamos en las conductas de ese referente marcará una visión del mundo que nos rodea e irá construyendo nuestra primera impresión de quienes somos.
Como ya se dijo antes, nacemos con una herencia genética que influye en nuestra felicidad, temperamento, carácter y otras de nuestras características, aunque los padres no puedan intervenir sobre esa genética que heredaron si pueden hacer mucho a través de la relación que establezcan con sus hijos e hijas. Este vínculo puede moldear un desarrollo emocional enriquecedor y es ahí donde se puede marcar una diferencia significativa que puede ayudarles a establecer las bases no solo de una personalidad sana sino desde donde cimentar la estructura que dará soporte a sus vidas en todas las facetas posibles.
Pero como ustedes sabrán, al ser este un blog destinado a tratar el desarrollo vocacional desde la infancia y al ser tan importante esta etapa de desarrollo y la influencia de nuestros progenitores como los puntos de referencia fundamental para los niños y las niñas, no quería dejar pasar la oportunidad para reflejar qué tanto podemos influir en ellos y ellas para que puedan lograr cumplir lo mejor posible sus propias tareas de desarrollo y concientizar acerca del rol que podemos jugar en este sentido.
Así que me ha dado a la tarea de encontrar en tres ejemplos, dos reales y uno imaginario, que nos pueden ejemplificar muy bien la importancia que puede significar nuestro rol como padres en la formación y en la vida de nuestros hijos e hijas, incluida su propia vocación, desde la perspectiva integral del desarrollo vocacional que, repito, no es más que el desarrollo integral de cualquier persona.
Steve Jobs y su papá mecánico
Steve Jobs nació en San Francisco (EEUU) un 24 de febrero de 1955, pero era un niño que, no más nacer, fue entregado en adopción. Su madre biológica, Joanne Schieble, quién procedía de una familia alemana, se había enamorado de un joven profesor sirio llamado Abdulfattah Jandali de quién quedó embarazada. Ni la familia de Schieble ni de este último aceptaron esa relación, razón por la cual la madre biológica decidió tener al niño pero darlo en adopción. Su principal condición para entregarlo era que lo dieran a una pareja de licenciados universitarios. La pareja para quienes estaba destinado el niño, abogados de profesión, declinó hacerse cargo porque querían una niña y (¡oh destino!) el chico terminó siendo parte de una familia cuyo padre en lugar de tener un título universitario resultó ser un empírico apasionado de la mecánica automotriz.
La experiencia de vida de ser un niño adoptado hirió profundamente su autoestima por muchos años pero, por esos misterios del destino, sin esa entrega en adopción, sin el rechazo de su primera familia adoptiva por ser un varón y sin el concurso de su familia adoptiva, a cuyo padre y madre quiso profundamente, probablemente no tendríamos computadoras personales ni los teléfonos móviles que hoy forman parte intrínseca de nuestro día a día.
El padre adoptivo de Jobs, Paul Jobs, mecánico automotriz durante la segunda guerra mundial(y a quién realmente consideró su padre), fue quién comenzó la estimulación que recibió de niño y que lo llevo a desembocar en una de las mentes creativas más importantes de la historia.
Se pasaba las tardes acompañándolo cuando este, después de regresar de su trabajo habitual, se encargaba de arreglar y reconstruir automóviles para venderlos. En esas observaciones y acompañamientos que hacía en el garage de su casa, no fue la mecánica precisamente lo que le terminó interesando a Steve sino más bien todo lo que tenía que ver con la electrónica en donde, poco a poco, terminó adquiriendo mayores conocimientos que su mismo padre.
Esto es sumamente interesante cuando hablamos de la vocación que desarrolla una persona en la infancia y una de las principales actividades para estimularla: el tiempo que le dedican los padres y las madres a sus hijos para compartirles parte de sus aficiones y pasiones. Una actividad que verdaderamente apasione a un padre o madre siempre será un “gancho” perfecto para que sus hijos o hijas puedan adquirir interés en algo en particular y, si la misma se hace con verdadera entrega y eso es observado por ellos y ellas, definitivamente los ayudará a relacionar la palabra “trabajo” con sentimientos de disfrute, gratificación, creatividad, más que de rutina, aburrimiento y obligación.
Dentro de las tareas y conductas para que un niño o niña vayan adquiriendo madurez vocacional, concepto de suma importancia en el desarrollo de lo que decidirá ser y hacer en el futuro, existen varias que de forma precisa nos plantean la necesidad de que en las familias se le ponga mucho cuidado e importancia hacia las actividades que realizamos, cómo las realizamos, qué expresamos cuando las realizamos y, por supuesto, que mensajes damos del mundo del trabajo en que nos desenvolvemos las personas adultas y que nuestros hijos, sobrinos o estudiantes observan de nosotros.
Esto fue una parte importante de lo que vivió Jobs durante los años de infancia con su entrañable padre, que no fue su progenitor, pero fue quién desde la pasión que vivía en su propio interés por el arreglo de autos y la mecánica influyó notablemente en la construcción que Steve fue haciendo de su propia vocación. El interés que vio en las actividades que hacía su padre así como la forma en que este lo hizo participe de ellas marcaron indudablemente su propio camino.
Ebenizer Scrooge y su padre implacable
En "Cuento de Navidad" de Charles Dickens, el niño Scrooge aparece como un niño solo, internado en una escuela en donde era muy probable que la educación fuese muy prusiana y totalmente alejada de lo que concebimos hoy como una educación integral. A ´pesar de ello, ciertamente había una actividad que potenciaba, aún en esas circunstancias, algo positivo: la lectura. Así, entrar en contacto con cuentos como “Alí babá y los 40 ladrones” fue una “buena forma” para tratar de llenar la soledad y el abandono en que su padre le tenía. Por supuesto que ello jamás sustituiría el daño de sentirse tan solo (y poco estimulado diría yo) por parte de su progenitor que hasta limitaba el contacto con su querida hermana. Ebenizer, al igual que ha sucedido con muchas personas, ven estimulados algunos procesos de aprendizaje formal pero no así de algo por lo que se siempre debe ir acompañada la educación académica: convertirnos en personas en el amplio sentido de la palabra.
No lo sabemos a ciencia cierta,
pero parece que Scrooge nunca tuvo la oportunidad de elegir lo que quería
llegar a ser. Su padre, una persona cruel e impositiva, siempre eligió por él
desde dejarlo en un internado hasta enviarlo a trabajar como aprendiz. Al
final, al joven Scrooge no le quedó otro remedio que aceptar, sin reclamo
alguno, la voluntad de su figura paterna con las consecuencias posteriores para
ese desarrollo integral que obtuvo hasta el final de sus días y a pesar de la
gran habilidad y conocimiento que adquirió como prestamista y comerciante.
Las familias deben de comprender
que su papel fundamental en este aspecto es facilitar todas las experiencias
posibles para que, entre otras cosas, sus hijos e hijas desde la infancia
tengan la posibilidad de desarrollar diversos intereses y habilidades, en clara
consonancia con las instituciones educativas, de manera que puedan ir
percibiendo qué cosas les generan atracción, curiosidad y pasión. Además de esto,
deben de ser muy cuidadosas en los mensajes que transmiten acerca del mundo del
trabajo y del trabajo en sí ya que esto determinará cuales valores asociará con
las ocupaciones y lo que puedan llegar a hacer a través de ellas.
La escogencia de su propia
carrera no solamente marcará un medio de subsistencia sino cómo se situarán en
el mundo y con el mundo.
Scrooge claramente “eligió” un
medio de subsistencia pero que, al mismo tiempo, convirtió en su propio
carcelero. A través de su trabajo y de su autocomplaciente “éxito” no solo se
aisló del mundo sino que luchaba contra este, deviniendo en una calidad de vida
realmente paupérrima que dudo mucho imaginemos para nuestros hijos, hijas y
estudiantes.
Si algo le pudo quedar claro a
Scrooge después de la visita de los fantasmas en Nochebuena fue el desperdicio
de oportunidades y experiencias que le ayudaran a ser feliz. Puede ser que esta
conducta fuese algo aprendido, al fin y al cabo su padre, en su rechazo e
imposición, le inculcó que solo era útil para trabajar y que esa era la mejor
forma de “ser de provecho”. Sin embargo, a lo largo de su toma de consciencia,
y mientras cada fantasma le mostraba su propio despilfarro de tiempo y de
oportunidades, se empezó a dar cuenta que la felicidad no es algo que se compra
en un mostrador.
Los fantasmas de Scrooge, más que enseñarle, le ayudaron a darse cuenta por sí mismo del desajuste que había heredado de sus propias decisiones pero también le mostraron que aun así podía mejorar. La vida siempre nos da esa oportunidad, tal cual es el justo balance en una simple receta de cocina, cuyos ingredientes deben estar en la justa medida, así en nuestra vida cada uno de nuestros roles, sueños, esfuerzos y demás deben estar en la consonancia precisa que nos permita nuestro principal objetivo: ser personas felices.
Hypatia de Alejandría y su padre emancipador
Es considerada la primera mujer científica de la historia y última gran científica del mundo antiguo. Se dice que después de su muerte, aproximadamente en el año 415, se tardó muchos siglos para que una mujer sobresaliera en un nivel similar, en el contexto de un mundo en donde se seguía invisibilizando los aportes de la mujer más allá de los trabajos domésticos y el cuido de la familia, hasta llegar al extraordinario trabajo que desarrolló Marie Curie y que la llevó a ser galardonada en dos ocasiones con el Premio Nobel: en 1903 con el de física y en 1911 con el de química.
Hypatia enseñó matemáticas, astronomía y filosofía en el ágora de Alejandría, escribió diversos trabajos científicos y comentó las grandes obras de la matemática griega, muchas de las cuales eran de su propio padre. Fue la última científica pagana del mundo antiguo y su muerte coincidió con los últimos años del Imperio Romano en donde, al convertirse el cristianismo en su religión oficial, provocó una persecución contra todo aquello que no se consideraba como tal, entre lo cual estaban sus instituciones de enseñanza. La muerte violenta de Hypatia a manos de una turba de cristianos simbolizó el fin de la ciencia antigua.
En la época en que vivió y se desarrolló lo común era que las mujeres estuvieran sometidas a la autoridad del padre o el marido. Su mundo era el hogar y el cuidado de la familia. Sus derechos públicos eran bastante restringidos y nunca mayores a los de los hombres.
Sin embargo, la vida que logró desarrollar Hypatia fue diferente a la de las demás mujeres gracias a algo muy inusual en su época: las ideas revolucionarias de su padre Teón en cuanto a la vida que quería para su hija. Según se ha logrado establecer él quiso que su hija fuera “un ser humano perfecto”, razón por la cual la introdujo en el estudio de las ciencias. Supervisó la educación de su hija, con un espíritu especialmente liberal para su época, permitiendo que desarrollara sus excepcionales aptitudes y se convirtiera en astrónoma, filósofa y matemática. Incluso, ella llegó a participar de los estudios que su mismo padre dejase por escrito en varias de estas ramas, en especial, de esta última.
Se dedicó también a un exhaustivo cuidado de su cuerpo, mediante una rutina física diaria que le permitía mantener un cuerpo saludable, así como una mente activa lo que presupone una educación muy integral y completa. Pese a sus notables cualidades físicas e intelectuales, rechazó casarse, a fin de entregarse por completo a su pasión: las ciencias y su enseñanza.
Hoy por hoy, a pesar de que se conoce poco a cerca de esta brillante mujer, se puede señalar que el papel que desempeño su padre en el desarrollo intelectual de su hija fue lo que marcó una diferencia no solo en su vida sino que traza un camino para asegurar una emancipación de la mujer cada vez más preponderante en nuestra sociedad actual.
Esa visión liberal de su padre marcó un futuro diferente para Hipatía y lo hace hoy en día para fortalecer la idea de la equidad de género y el derecho inalienable de la mujer para desarrollar todo su potencial y elegir con libertad el destino de su vida.
La visión de un padre que transformó la vida de su hija y que marcó un hito para la humanidad desde hace más de dos milenios.
En mi caso particular, las cosas que hoy por hoy valoro más de mi padre y que forman parte fundamental de mi personalidad lo circunscribo a los valores de puntualidad, responsabilidad y compromiso que observé en cuanto a su forma de desenvolverse en el mundo laboral en donde tuvo la oportunidad de trabajar, mas que por una elección de carrera, por el deseo de que su esposa, hijos e hijas tuvieran qué comer y donde vivir en la mejor calidad de vida que podía brindarnos aún en situación de vulnerabilidad económica. Mi padre fue de esos que la falta de estudios formales fue compensada con valores muy arraigados, trabajo duro y compromiso total con su familia. Pero también fue una figura que, de forma especial en la infancia, vi leer. Lo hacía todos los días con el periódico que, a día de hoy, aún no le puede faltar. Gracias a ello me recuerdo de niño, en mi etapa escolar, leyendo todos los días una pequeña sección que se llamaba “Hablemos del idioma” en donde se hablaba desde el uso correcto de las letras, la ortografía y hasta la forma correcta en que debían escribirse frases y oraciones. Esto me despertó una pasión por años que provocó que todos los días recortara esa pequeña sección del periódico y los guardara como un verdadero tesoro en una cajita especial de latón. Y hoy por hoy, dentro de las facetas de mi propio desarrollo vocacional, terminé haciéndome escritor y bloguero. Hoy no tengo duda que ese fue el inicio…
La influencia de nuestra figura paterna podemos verla cristalizada en diferentes aspectos de nuestra vida. Nuestros padres siempre aportan a nuestra propia existencia, aunque en algunos casos haya sido sólo su herencia genética o al menos el evitar conscientemente ser una repetición de lo poco que hayan significado en la vida. Quizás lo importante “aquí y ahora” sea el darnos cuenta de que, si ya somos padres o está en nuestro proyecto de vida llegar a serlo, tenemos el poder de ayudar a nuestros hijos e hijas a construir una vida llena de significancia y un desarrollo vocacional prometedor para sí mismos.
¿Ya se ha preguntado cuánto le aportó su papá al desarrollo de su vocación y a su vida en general? Vale la pena hacer el ejercicio…
Construir nuestra propia felicidad
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