Carol Dweck en su libro “La actitud del éxito” plantea un
paradigma que supera la idea fija y estática de poseer “talento”, en donde nos
señala que tenerlo no es suficiente y que no es cierto que no podamos adquirir
habilidades que, en algún momento de la vida, consideramos no tener. Su obra se
basa en la corriente psicológica que defiende el poder de las creencias.
Básicamente su planteamiento es “gran parte de lo que las personas creen que es
su personalidad se fundamenta en lo que creen sobre sí mismas, pero es esa
misma creencia la que puede estar impidiendo alcanzar todo el potencial que hay
dentro de nosotros”.
Esta autora nos ayuda a entender cómo
es que “las mentalidades” influyen en nosotros, basada en sendas
investigaciones que ha desarrollado durante más de 20 años.
Existen dos tipos de
mentalidades: la mentalidad fija y la mentalidad de crecimiento.
La primera de ellas es
básicamente la creencia de que las cualidades personales son inamovibles, nacen
con nosotros, se nos han dado como se nos da un grupo de cartas de un juego de
naipe, nos morimos con ellas y de ahí no pasamos; esta mentalidad provoca que
la gente tenga la necesidad de validarse constantemente. Nos dice que esa
mentalidad le fue inculcada desde muy pequeña por una profesora que tuvo la
cual daba mayores privilegios a aquellos chicos de la clase que consideraba
“más inteligentes”, incluso recuerda que sentaba a sus estudiantes en orden de
“inteligencia”.
Cuenta que ha observado como este
tipo de mentalidad provoca en las personas un deseo de autoafirmación en las
aulas, en sus profesiones y hasta en sus relaciones para confirmar su
inteligencia, su personalidad o su carácter, lo cual parece ser un auténtico
espejismo.
Por otra parte, la mentalidad de
crecimiento, es aquella que se basa en la creencia de que las cualidades
básicas son algo que se puede cultivar mediante el esfuerzo propio y la
determinación. Aunque todas las personas tenemos talentos, aptitudes, intereses
o temperamentos diferentes, es posible cambiar, mejorar y adquirir nuevas
habilidades si hay dedicación y buenas experiencias. Si esto no fuese así ni el
científico Charles Darwin, ni el gran escritor ruso león Tolstoy, ni la gran actriz
Geraldine Page, ni el más grande basquetbolista de todos los tiempos Michael
Jordan hubiesen llegado a ser lo que fueron ya que todos ellos fueron
considerados en algún momento “niños o niñas corrientes y sin talento”.
Este concepto de las mentalidades
nos puede ayudar a entender que, en efecto, podemos tener una serie de
habilidades innatas que es necesario identificar de forma temprana para poder
potenciarlas, pero que también podemos desarrollar muchas otras que
quizás no sean fuertes ahora pero que, con determinación y empeño, podríamos
alcanzar.
Hay que aprender a cultivar los
intereses y los sueños para despertar un proceso motivacional que
nos ayude a alcanzar grandes objetivos, a sentir una verdadera pasión en
aquello que queremos lograr. Y esto es un aprendizaje muy importante desde la edad escolar.
La clave de esto es que podamos
brindar como familias, como instituciones educativas, como sociedad en general,
las herramientas para el autodescubrimiento, buenas experiencias educativas,
oportunidades, acompañamiento, visualización de futuro y, especialmente,
inculcar que en el trabajo constante y decidido está la clave del verdadero
éxito personal.
¿Por qué es importante que esto se enseñe en la escuela?
Porque la mentalidad de crecimiento es más ni menos que la consciencia personal de que las habilidades y los talentos se pueden desarrollar. Es decir, es un aprendizaje que nos permite sentir, pensar y actuar con la certeza de que podemos hacer las cosas, que tenemos capacidad y que estamos convencidos de ello aún si en un principio las cosas no salen bien.
Esta mentalidad nos ayuda a enfrentar de forma efectiva los desafíos y los contratiempos. Enseñar esto desde las etapas escolares permite ayudar a los niños y a sus familias también a enfrentar los retos y las dificultades de una forma diferente. Este aprendizaje trasciende lo que se puede lograr a nivel de éxito escolar para posicionarse en un aprendizaje para la vida ya que aquello que termina convirtiéndose en parte intrínseca de la personalidad es una actitud (y valor a la vez) de intentar siempre las cosas.
Sin embargo, es preciso señalar que esto es más que "esforzarse". Es algo más integral que apunta a cómo se aprende a enfrentar desafíos.
Por ejemplo, alabar el talento o lo "inteligente" que es un niño o una niña en matemáticas, a diferencia de lo que se cree, podría resultar en la promoción de una mentalidad fija ya que se establece con ello que ya nació con esa capacidad. Por otra parte, "elogiar" a otro chico porque rindió muy bien en una prueba es algo que puede ser más beneficioso ya que eso le ayuda a reforzar su autoestima, pero no es suficiente. Sin embargo, si a este mismo estudiante se le valida la forma en que enfrentó la prueba(hizo un horario de estudio, fue a evacuar dudas con su profesora, hizo prácticas, consultó bibliografía y, por supuesto, se esforzó) con esto se está dando más valor al proceso que desarrolló para enfrentar efectivamente esa circunstancia (en algunas de las investigaciones de Dweck se logró comprobar que aquellos jóvenes que se "creían hábiles" tuvieron puntuaciones menores en las pruebas que realizaron que aquellos que consideraban que no la tenían y que, por tal razón, se prepararon mejor). El mejor ejemplo para ilustrar esa diferencia lo podemos observar en el cuento "La liebre y la tortuga".
Como decía, la adquisición de una mentalidad de crecimiento es fundamental en todos los ámbitos de la vida. Y uno muy importante es la vocación. Por lo general, no me gusta mucho usar este término ya que el mismo evoca a "algo que ya traemos" o "a lo que nacimos para ser" (muy similar, por cierto, a lo que promueve la mentalidad fija). Así que, desde el mismo punto de vista, es preferible hablar del desarrollo vocacional o el desarrollo de carrera el cual nos permite dar esa visión de que lo que llegamos a ser dentro del mundo del trabajo es algo que se ha podido ir construyendo a lo largo de la vida, de nuestras experiencias, de nuestras metas, de nuestros intereses y de las capacidades que hemos ido adquiriendo con esfuerzo y dedicación.
Precisamente, esta es una de las razones por las que creo que la mentalidad de crecimiento va de la mano con el desarrollo vocacional y que, además, es un determinante muy importante del éxito que una persona tenga dentro del mundo del trabajo.
Si desde la infancia enseñamos a nuestros chicos y chicas que esforzarse y planificar un camino para lograr hacer las cosas nos permiten alcanzar el éxito en lo que hacemos, y que parte de los beneficios de ello es que podemos ir adquiriendo diferentes y muy buenas habilidades, eso les ayudará a conocer verdaderamente su potencial y basados en ello (y en sus propios sueños o metas) tener la certeza que pueden alcanzar lo que se propongan.
Por ejemplo, entre las tareas de desarrollo que debe de cumplir un chico o una chica entre los 11 y 14 años para alcanzar una madurez vocacional que le permita avanzar efectivamente hacia su futura elección de carrera está "Tener inclinación hacia objetos o actividades específicas de su gusto". Dentro de esta tarea, hay una conducta vocacional(a través de la cual se mide si esa tarea es alcanzada o no) que dice que "Debe de reconocer actividades que no le gustan o le desagradan". Imaginemos aquí a un niño o una niña de 5to grado de escuela al cual, de una u otra manera, se le ha inculcado una mentalidad fija de que"no es bueno para las matemáticas". ¿Será realmente cierto esto?, ¿Se le habrá apoyado lo suficiente?, ¿Realmente habrá intentado hacer las cosas diferentes para obtener sus mejores resultados en esta asignatura?, ¿Habrá tenido las mejores experiencias de mejora tanto en su ambiente escolar y familiar que le hayan permitido desarrollar las habilidades necesarias para tener un mejor rendimiento y, mejor aún, aprender a enfrentar el desafío de aprender?, ¿Qué aprendió esta niña de la importancia de cometer errores en el proceso de aprendizaje?.
Sin una mentalidad de crecimiento plenamente desarrollada, la matemática afroamericana Katherine Johnson y sus dos colegas, Dorothy Vaughan y Mary Jackson, por ejemplo, no hubieran hecho hasta lo imposible (¡que verdaderamente lo hicieron!) para posicionarse dentro de la NASA de los años 50s y 60s, permeada por una sociedad norteamericana excluyente y racista, para lograr lo impensable: tres mujeres negras cuyos aportes matemáticos posibilitaron el primer viaje en la órbita de la tierra de un astronauta y los primeros pasos para poner a la tripulación del Apolo 11 en la luna. Talento sí (claro que lo tenían!) pero, más que eso, lo determinante fue su actitud obstinada para enfrentar todas las cosas que se confabulaban para limitar su potencial, hacer el trabajo que las apasionaba y atreverse con cierto grado de osadía. Porque, en efecto, el carácter también es parte de esa mentalidad (y lo mejor de todo es que también eso se aprende!).
La gravedad de un ambiente en donde se inculque la mentalidad fija radica especialmente en que potencialmente futuros grandes educadores, médicos, ingenieros, astronautas, empresarios, inventores, y agregue la ocupación que usted quiera, hayan renunciado a su verdadero potencial y oportunidades de desarrollo desde las edades en que era posible promover en ellos y ellas todo lo contrario.
En la segunda parte trataré de desarrollar algunas estrategias que se pueden implementar para trabajar este trascendental concepto desde la escuela.
Fue entretenido leer esta información
ResponderEliminarExcelente... Saludos cordiales!
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