lunes, 22 de febrero de 2021

¿Cómo aplicar en nuestra vida la física de "las rocas en equilibrio"?

 


Por Manuel Chaves Quirós 
Máster en desarrollo personal y profesional-Orientador vocacional


Hace unas semanas estando de paseo, a la orilla de un majestuoso y cristalino río de montaña, me di a la tarea de tomar algunas de las miles de piedras que había por allí y comencé a apilarlas una sobre otra.

En algún momento me dije “la verdad está quedando muy bonita pero por cualquier leve movimiento se cae. Qué bueno sería pegarlas con silicona para que mantengan la forma…”. Esa idea me quedó dando vueltas por un rato. Sin embargo, luego me puse a pensar que cada una de esas piedras eran realmente un regalo del universo tal y como son, que se habían formado miles de millones de años antes a partir de los cataclismos que formaron el mundo que hoy conocemos y que la naturaleza, a través del agua y las condiciones del tiempo, se encargó de darles la forma que hoy tienen. Lo mejor de todo es que esta aparente “actividad artística” fue un poco más allá y me puse a meditar en lo que podríamos aprender de nosotros mismos al relacionar la construcción de “rocas en equilibrio” (la estabilidad que pretendemos darle y cómo acomodamos cada una de sus partes) con la forma en que podemos dar sentido a las experiencias personales para construir (o reconstruir) nuestro sentido de vida y nuestra autoestima.








Como si se tratara de una especie de “iluminación” espiritual, inmediatamente me invadió una sensación de introspección realmente curiosa. Mientras apilaba piedra sobre piedra, fui pensando como sus formas, tamaños, superficies y pesos se pueden relacionar con nuestra propia existencia. Y de esto tuve una certeza mayor cuando hace pocos días leía que en Asia, tanto la culturas budistas como taoístas suelen apilar rocas como una forma de representación del equilibrio interno y que también las culturas andinas de América del Norte y del Sur solían montar túmulos similares en sitios sagrados, observar Machu Pichu en Perú o los Moáis de la Isla de Pascua o en Irlanda y Escocia donde los elaborados “Cairns” provienen de las tradiciones celtas y cuya elaboración las convierte en verdaderas obras de ingeniería hasta llegar a su forma cónica o, bien, los mismos conjuntos de piedras erguidas o monolíticas de Stonehenge que, aunque servían principalmente como un complejo observatorio astronómico, también lo eran como un centro de ceremonias religiosas marcadas por puntos energéticos para albergar espíritus elementales para aquellos habitantes. Incluso, las mismas esferas de piedra del delta del Diquís de la zona sur de Costa Rica(únicas en el mundo) esculpidas a la perfección por los indígenas Boruca entre el 400 y 500 d.C, (patrimonio de la humanidad desde 2014) que denotaban un grado importante de conocimiento astronómico y una visión integrada e interconectada entre el ser humano, su entorno natural  y su psiquis que el gran escultor de nuestros tiempos, Jorge Jiménez Deredia, ha sabido interpretar muy bien en su vasta obra.  Para muchas de aquellas ancestrales culturas la piedra siempre fue símbolo de lo eterno y algo consustancial de sí mismas…

  Esferas de piedra del Díquis (Costa Rica)


                                                             
                     Cairns (Escocia)  

De una u otra forma, esa sensación de introspección que me provocaron aquellas esculpidas piedras de río fue una especie de conexión con esa herencia de todos esos antepasados la cual nos acompaña y llevamos marcada en nuestro ADN desde que hemos sido concebidos…

Cuánto podríamos aprender y proyectar de nuestra vida a través de este ejercicio y cuánto, algo tan aparentemente simple, puede ayudarnos en nuestro crecimiento personal: aceptarnos a sí mismos, así mismas y reconocer nuestra vida con todos sus altos y sus bajos.

A través de estas formas cónicas podemos ayudarnos a interpretar muchas cosas que se relacionan con nuestro “bienestar subjetivo” porque en su construcción usamos piedras de diferente tamaño, textura, grosor y forma. Las habrá lisas y muy pulidas (como aquellos acontecimientos gratos de nuestra vida) o toscas y quebradizas (como los malos momentos o aquellas transiciones que nunca quisiéramos haber experimentado pero que suceden…). Nos pueden ayudar a proyectar aspectos a los cuales necesitamos darles sentido. Quizás de esta forma nuestra visión del presente y futuro podría ser aún más significativa. Cada piedra al amoldarse a la forma de la otra nos ayuda a comprender que todo tiene un equilibrio y que es posible dar sentido a cada momento de nuestra existencia de forma más consciente para, en lugar de paralizarnos, podamos hacer las cosas que necesitamos realizar para alcanzar nuestra felicidad en el aquí y el ahora, darnos la oportunidad de pensarnos en un futuro prometedor.

Quise ponerme manos a la obra y entonces decidí que quería hacer una formación que pudiese representar la visión que tengo de mi propia familia:

                                                              Mi pirámide familiar

En la base, la piedra más grande representa todos los valores que hemos abrazado a lo largo de nuestra vida y que son el cimiento de cada una de nuestras conductas. Allí también están las vivencias de nuestras propias vidas, las experiencias que de una u otra forma han moldeado lo que somos como personas y aquellas creencias que hemos abrazado a lo largo del camino de la vida. Esa es la base y el significado que tiene para mí esta primera roca…

En el segundo nivel, están representadas cada una de nuestras familias extendidas. De ellas llevamos impresas todo lo que se nos hereda en la sangre, además de cada una de las vivencias, el amor y la educación que nos han hecho ser gran parte de lo que somos aquí y ahora. No tenemos familias perfectas de la misma forma que nunca encontraremos una piedra perfecta. Ellas son lo que son, ni perfectas ni imperfectas, pero siempre nos van a sostener porque son y serán para siempre nuestra referencia. ¿Cuán diferentes podrían ser las familias si antes de decidir conformarse como tales sus miembros fueran conscientes de esto verdad?...

En el tercer nivel, nos encontramos mi esposa y yo al lado, pero separados lo suficiente como para contener a las demás rocas. Esto resulta muy importante ya que la vida en pareja representa la decisión autónoma de querer compartir con la otra persona, lo cual implica que cada una tiene su propio espacio. Bien lo decía Khalil Gibran en “El profeta”: “Mas dejad que en vuestra unión crezcan los espacios. Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros…”. Si esas piedras estuvieran totalmente pegadas una a la otra no sostendrían el resto de la pirámide, así una vida de pareja en donde no se respete el espacio del otro y su individualidad acabará con desestabilizar las demás partes…”Cantad y bailad juntos, alegraos, pero que cada uno de vosotros conserve la soledad para retirarse a ella a veces/Hasta las cuerdas de un laúd están separadas, aunque vibren con la misma música/Ofreced vuestro corazón, pero no para que se adueñen de él…” nos termina recordando el afamado escritor libanés.

El cuarto nivel, si ustedes se fijan bien, está conformado por una roca que se partió a la mitad y quise ponerla allí porque la misma representa un momento de ruptura y de desencuentro que marcó un punto de inflexión necesario en nuestras vidas. Sin este momento, al igual que ha pasado a muchas personas en algún momento de sus vidas, no hubiésemos podido crecer de forma individual ni familiar. Hoy por hoy, sin esa experiencia y el crecimiento que provocó en cada uno de nosotros, nuestra familia no sería lo que es, de ahí que esas piedras partidas representan en cada una de sus partes un sostén en nuestro devenir, una fortaleza en lugar de una debilidad…

El quinto y sexto niveles de mi pirámide está representada por cada uno de nuestros dos hijos: únicos, desiguales, independientes en sus formas y carácter, tal cual cada una de las piedras que los representan, están sobre nosotros y el uno sobre el otro por su orden cronológico y, además, porque su vida es de ellos y les tocará tomar sus propios caminos, pero nunca dejarán de ser parte de esta familia que les tocó tener aunque posean esa esencia de autonomía personal, de ahí que como padres y madres nos corresponderá establecer cuán firme será esa parte de la base en donde estarán asentadas sus propias vidas, especialmente cuando decidan ser totalmente independientes.

En el último de nuestros niveles se encuentra la roca que representa nuestra espiritualidad, todo aquello que forma y alimenta día a día nuestro espíritu y que nos hace mejores personas. Si bien es cierto está sobre todas las personas que allí estamos representadas también lo es el hecho de que cada cual posee y abraza su propia espiritualidad y que esta no puede ser impuesta. Esto ha sido particularmente importante para con nuestros hijos quienes poseen sus propias ideas en cuanto a su espiritualidad aunque su padre y su madre claramente manifiestan las suyas propias. Todas las personas experimentamos crisis espirituales en algún momento de nuestras vidas, pero esto es algo normal y hasta necesario. En el devenir de nuestra vida poco a poco vamos abrazando ideas y creencias que nos empujan a tener una noción de nuestro propio ser, lo cual no se construye de la noche a la mañana y, mucho menos, es algo que se deba imponer. En el caso particular de nuestros hijos, eso sí, tienen una sola imposición: ser buenas personas…

De la misma forma que la pirámide está expuesta a los efectos de la gravedad y la física también las personas lo estamos a lo largo de nuestro camino y eso nos recuerda que también somos vulnerables, que no estamos “vacunados” contra las vicisitudes de la vida. Sin embargo, el rehacer una pirámide me hace pensar que también aprendemos a levantarnos y que podemos reconstruirnos a partir de lo que hemos hecho con nuestras experiencias pasadas y al sentido que hayamos dado a las mismas. Una resiliencia constante y necesaria para seguir. Si la base de nuestra vida es el equivalente a una roca grande y firme (póngale ahí sus valores, sus esfuerzos, sus derroteros, su amor propio…) en cualquier momento se podrá reponer de cualquier dificultad, o sea, tenemos siempre la oportunidad de reconstruir nuestra propia “pirámide de vida”…

Pegar artificialmente las piedras para darles una forma “perfecta” me hizo pensar en  lo que hacen muchas personas: tener un sentido “artificial” y “cosmético” de su vida, llenando espacios para hacerlos ver “perfectos”, acomodándolos a conveniencia para brindar una cierta imagen que, en realidad, implica la no aceptación de lo que realmente son y, peor aún, una constante huida para no enfrentarse a su propias transiciones lo cual nunca nos dejará crecer y nos mantendrá siempre huyendo de nosotros mismos…

El ejercicio de las “rocas en equilibrio” nos puede ayudar a entender que sean cuales sean los acontecimientos que hayamos vivido es preciso aceptarlos como parte intrínseca de nuestras vidas para, posteriormente, enfrentarlos tal cual en el aquí y el ahora y darles el peso y la dimensión que realmente tienen. Si no llegamos a confrontarnos a ello no vamos a crecer y vamos a sufrir, probablemente, un estancamiento vital.

Como las piedras que apilamos una sobre otra, debemos buscar que cada una de nuestras experiencias de vida se “ajusten” para que, ayudadas unas por otras, permitan alcanzar la forma y la altura que queramos darle a nuestras vidas…Usar silicona para unir las diferentes rocas, en este caso, ejemplifica perfectamente cómo intentamos maquillar muchas veces nuestra vida con cosas que al final no terminan de darnos sentido ni nos ayudan a cimentar esa fortaleza que nos puede permitir seguir en pie…

Si la base de nuestra “pirámide vital” es fuerte y firme, aunque se lleguen a caer algunas de las piedras, podemos volver a colocarlas y reconstruirnos sobre ella…Si nuestra existencia, si nuestra vida, está basada en los mejores valores, principios y actitudes podremos caer, sin duda, pero de la misma forma levantarnos con mayor fortaleza y experiencia…

¿Cómo percibe usted su vida? ¿Qué es lo más y lo menos importante en su existencia? ¿Qué personas son significativas para usted? ¿Cuáles son sus valores? ¿Qué transiciones vitales ha vivido hasta ahora? ¿Aún tiene aspectos de su vida que debe resolver? ¿Cómo anda su fortaleza interna?…

Quizás si se pusiese a armar su propia pirámide de piedra pueda encontrar en su interior la respuesta a estas preguntas (y quizás a algunas más)…Vale la pena intentarlo!

 



 



lunes, 8 de febrero de 2021

¿Qué aprendimos de nuestros niños, niñas y jóvenes durante la pandemia?

 

Por Manuel Chaves Quirós 
Máster en desarrollo personal y profesional-Orientador vocacional


Hace algunas semanas tuve la oportunidad de leer un interesante artículo en el diario El País (España) de Sonia López Iglesias acerca de lo que considera deben ser algunas de las cosas que “debería aprender un niño o un adolescente en 2021” (  https://elpais.com/mamas-papas/2021-01-08/esto-es-lo-que-deberia-aprender-un-nino-o-un-adolescente-en-2021.html ). El artículo me pareció bastante interesante, ya que está enfocado en qué y cuántas cosas hemos podido tener la oportunidad de aprender durante esta singular y tediosa pandemia, muy especialmente en cuanto a nuestras emociones y sentimientos, nuestro sentido de vida, nuestro tiempo…

 Los cambios en nuestra vida cotidiana, tanto a nivel familiar como laboral, son los que han marcado, a criterio de la autora, las mayores angustias y, al mismo tiempo, generado las mayores enseñanzas.

A partir de esas premisas, establece una serie de aprendizajes que, como personas adultas y referentes, deberíamos de una u otra forma promover como aprendizajes para nuestros hijos e hijas: el continuo aprendizaje que es la vida, hacer lo que nos haga felices a diario, cultivar nuestro interior, trabajar por nuestras metas, profundizar valores, cuidar aún más nuestro planeta, rodearse de buenas personas, entre otros. La lista es extensa, muy buena y sumamente atinada.

Sin embargo, el artículo me provocó una sensación diferente.

Lo que sentí casi de inmediato fue “creo que es un poco adulto-centrista”. Y con esto no quiero decir que el artículo está mal, todo lo contrario, pero resultó que más bien me puso a pensar en aquellas cosas que como padre y adulto he podido aprender de mis hijos, de sus sentimientos, de su manera de lidiar con el confinamiento y cuanto de ello me ha servido a mí mismo para sobrellevar todos estos meses y cuánto podría aplicar en el futuro.

 Créanme que el ejercicio de observar de forma diferente a mis hijos, más que como “aprendices” como “maestros” ha sido muy interesante no sólo para reforzar algunas cosas dentro de mí mismo sino también para terminar de comprender que de nuestros niños, niñas y jóvenes podemos descubrir saberes simples que por ser así, por lo general, pasamos por alto los “adultos que siempre enseñamos”. En otras palabras: me sacudieron mi propio “adulto-centrismo”:

1.  Este es el primer aprendizaje de este ejercicio: todos ellos y ellas, en su simpleza, nos enseñan la importancia de vivir más en el presente que en el futuro. Y esto nos pasa de forma especial a padres, madres y educadores. Estamos tan centrados en que ellos y ellas se preparen “para el futuro” que olvidamos la mayoría de las veces que ese futuro necesita la vivencia plena del presente, del “aquí y el ahora” en todas sus dimensiones: experiencias, sentimientos que generan esas experiencias, aprendizajes y, sobre todo, la vivencia plena y consciente de las cosas. Me llama poderosamente la atención en mis hijos de 22 y 15 años como, cuando escuchan música o ven algún video, lo hacen con una atención plena de sus detalles: letra, música, ritmo. Ellos se centran de tal forma que ni siquiera a la llamada para desayunar, almorzar o cenar le dan la menor importancia (¡sí, sé que esto nos saca de quicio!), pero me resulta interesante como ellos no desvían su atención de aquello que les genera en el momento ese placer intrínseco que hay detrás de una actividad que se disfruta. Es importante que aprendamos a vivir y a disfrutar del aquí y el ahora de la forma tan consciente como lo hacen ellos y ellas. Esto lo podemos experimentar con cualesquiera cosas que hacemos diariamente: percibir el olor del café cuando lo estamos haciendo en la mañana, nuestra primera respiración consciente apenas nos levantamos, el primer saludo mañanero de la familia por whatssup (¿A cuánta gente le gustaría volver a tenerlo de aquellos que ya no están?...¿Nos ponemos a pensar en esto alguna vez?)...Vivir el aquí y el ahora es más importante de lo que comúnmente creemos y tanto los niños como los jóvenes nos enseñan mucho de esto.

2.     La tecnología no es “un monstruo maligno” que nos separa. Hace unos años atrás, anteriores a la pandemia, escuchábamos de algún sector de la sociedad de que la tecnología nos separaba, no permitía el contacto entre las personas y que estábamos criando a una generación cuasi robotizada. ¡Mentira!. El confinamiento nos permitió darnos cuenta que la tecnología utilizada de forma positiva para la comunicación también posibilita la cercanía entre las personas y que no hay distancia que no se pueda superar para ello. Ni todo es blanco ni todo es negro en cuanto al uso de la tecnología para comunicarnos. ¿Qué hubiésemos hecho en los días más difíciles del confinamiento sin video llamadas, aplicaciones y hasta en algunos casos las redes sociales para hablar con nuestros seres más queridos, festejar un cumpleaños y hasta para dar nuestro pésame a aquellas personas, amigos o no, que perdieron a alguien y mostrar algo de solidaridad?. De esta “magia tecnológica” tenemos una especial percepción los “baby boomers”, los generación “X” y, en menor medida, los millenials quienes vivimos más el contacto, el “face to face”, las tardes de juegos y tertulia con nuestros amigos y amigas. Los chicos y chicas de la generación “Z” vinieron en nuestro auxilio para que, en muchos hogares, provocaran una “mini revolución tecnológica” y enseñaran a utilizar a los más viejos todas aquellas herramientas que ya formaban parte de su diario vivir con sus amigos, amigas o compañeros. En mi hijo de 15 años esto fue especialmente latente con su abuela materna a quién, en muchas ocasiones, le dio tutoriales de whatsApp, zoom y alguna que otra herramienta ya fuera para contestar video llamadas o bien enviar mensajes y saludos. Su abuela ahora no para de enviar cuanto mensaje o video piensa que desde su óptica “es para bien”a toda la familia. La cantidad de mensajes diarios que nos envía la han convertido en una verdadera “máquina de comunicación” que la hace sentirse más cerca de los suyos….(¡Y ya nadie la para!) Esto gracias a sus nietos y nietas “Z”. Estos chicos y chicas, en muchas familias alrededor del mundo, son los que han enseñado a hacer “natural” las comunicaciones permeadas por los diferentes recursos tecnológicos para, al menos, sentirnos un poco más cercanos aunque sea de una forma diferente para su ascendencia. Las generaciones “más viejas” debemos comprender y aceptar que nuestros hijos e hijas viven esta forma de comunicarse tanto como nosotros el “face to face” y su apoyo (y hasta modelaje cuando los observamos y escuchamos interactuar entre sí) nos ha “salvado la tanda” durante esta coyuntura.

3.     Conocer sus particulares gustos musicales (¡ hasta el punto que me terminaron gustando a mí ¡) y youtubers con canales bien interesantes. Mis hijos, como asumo también de otros jóvenes, les encanta la música y en muchos momentos del día es una de sus mejores actividades para distraerse y entretenerse. Ellos comparten algún gusto musical pero también tienen otros tan particulares como parte de sus propias personalidades. Lo primero: comparten mi gusto por el rock y juntos fuimos al concierto que hiciera Roger Waters en 2018 (“Rogelio Aguas” le llama el menor en tono de broma), antes lo había hecho con solo mi hijo mayor en los casos de Iron Maiden y Metallica. ¡Vaya conciertos inolvidables!. Pero eso estuvo marcado por un gusto que ya su padre traía desde la adolescencia…A través de estos dos jóvenes “Z” pude conocer a grupos y solistas más recientes que ni por asomo hubiese escuchado por mí mismo, tal es el caso del grupo australiano Tame Impala o los músicos electrónicos de los conciertos “Tomorrowland” que ampliaron mi gusto por esta clase de música (antes de esto escuchaba bastante a David Getta). Hasta le he encontrado gusto a algunas canciones de Rap del cantante Travis Scott que escucha esporádicamente el menor de mis hijos.

Además, descubrí a un grupo nacional con una calidad realmente impresionante y que crearon una versión de una canción de los 80´s que me gustaba mucho en ese tiempo en que disfrutaba de mi propia adolescencia: “Chica de humo” del cantante mexicano Emmanuel. Acá les voy a dejar la versión de este grupo llamado “424” que es de una calidad muy notable:

 


Por otra parte, por invitación de mi hijo menor, varias veces me senté con él a observar los videos del canal de un Youtuber mexicano llamado “Luisito comunica” que me ha parecido de lo más entretenido e interesante a la vez. Este chico hace videos de diversos temas pero, los más interesante, es cuando ha ido a diferentes partes del mundo para compartir la idiosincrasia de las ciudades que visita, hoteles muy particulares o hasta tradiciones propias de los lugares pero expuestos y explicados desde la simpleza de un joven con espíritu aventurero. Me ha gustado mucho el canal pero de forma especial que mi hijo de 15 años se haya identificado y me lo haya compartido. En este mundo de la tecnología, Youtubers y las muchas veces mal llamadas personas “Influencers”, resulta reconfortante que observe un canal de un joven que trasmite cosas que despiertan curiosidad e interés desde el relativismo cultural.

4.     Un acercamiento al mundo del trabajo del futuro. Mi hijo mayor es un chico que ya ronda los 23 años. Continua sus estudios universitarios que, desde hace ya dos años, complementa con un trabajo en Amazon. Lo interesante de esta experiencia es que me ha dejado constatar ese mundo del trabajo el cual yo he venido estudiando desde hace varios años atrás y que ahora veo en parte cómo es en la práctica. Este “monstruo” del comercio mundial desarrolla desde antes de la pandemia políticas gerenciales en cuanto al trabajo de sus colaboradores que van respondiendo a las nuevas necesidades y paradigmas que están marcando la pauta de lo que será el trabajo para la generación “Z” y subsecuentes en muchos aspectos: el establecimiento del trabajo a distancia, la eliminación de las oficinas, las relaciones de trabajo cada vez más horizontales y menos verticalizadas, el  trabajo en equipo como clave del éxito de las organizaciones, la tecnología como aliada fundamental de la nueva productividad y la integración de las necesidades empresariales con las necesidades personales, entre otras cosas.

Me ha dejado una gran impresión observar como el teletrabajo empleado permite interacciones en tiempo real que dejan en la casi completa obsolescencia la presencialidad en las reuniones de equipos de trabajo, el trabajo con los clientes de forma remota que resulta mucho más efectivo y menos burocrático, así como también el incentivo de no tener que movilizarse innecesariamente a centros de trabajo u oficinas para cumplir con las metas propuestas. Sé que, por ahora, no todos los trabajos, ocupaciones o profesiones podrían aplicar estas metodologías pero debemos de saber que esa será cada vez más la norma, lo cual me resulta en un cambio bastante positivo que provoca ya trasformaciones que esta pandemia definitivamente ha acelerado.

5.     Dejar espacio para la construcción de su propia relación de hermanos. En ocasiones padres y madres tendemos a agobiar, sin quererlo, a nuestros hijos e hijas queriendo incorporarlos a cuanta actividad tengamos o pensamos que será “buena” para ellos y ellas en donde creemos que siempre es necesaria nuestra presencia. La verdad esto no es así. Si bien es cierto el compartir tiempo con ellos en sumamente importante para su desarrollo también lo es el hecho de que debemos de dejarles espacio para que interactúen entre sí y construyan sus lazos como hermanos. Durante este tiempo de pandemia y confinamiento en nuestras propias burbujas, creo que en la mayoría de hogares, hemos tenido la oportunidad de fortalecer nuestras interrelaciones debido al tiempo que hemos tenido que estar juntos pero también el darnos cuenta que dentro de nuestro sociograma familiar también hay que dar espacio para las “alianzas”. De esto tuve total certeza hace una semana cuando mis hijos me invitaron a jugar basket nuevamente. Como en otros momentos acepté su invitación decidí ese día decirles que no (dando la buena excusa de que precisamente venía de hacer atletismo). Cuando los vi alejarse camino a la cancha hablando y vacilando entre ellos pude, con bastante agrado incluido, darme cuenta que están en un momento en donde es preciso que afiancen su relación de hermanos, se conviertan en verdaderos compinches y descansen de sus progenitores de vez en cuando. Al verlos alejarse cada vez más recordé una de las frases que más me impactó de “El profeta” de Khalil Gibran: “Tus hijos no son tus hijos, son los hijos de la vida”…

Esta es mi lista de lo que he aprendido de ellos, quizás me falten algunas cosas más, pero este ejercicio me ha enseñado que no debemos de perder de vista que, en muchas ocasiones, nuestros niños y jóvenes nos pueden enseñar más de lo que creemos.

Trate de hacer usted su propia lista y podrá enterarse de lo que le han enseñado sin darse cuenta. Verá que los empezará a observar de forma diferente, ya no desde su “adulto centrismo”, sino desde el punto de vista de personas que tienen mucho que enseñarnos desde su propio proceso vital en donde, al igual que nosotros mismos, no son un “producto terminado”…

 

 


Construir nuestra propia felicidad

  Una noche reciente de sábado me encontré leyendo un interesante ensayo desarrollado por la autora argentina Ana María Llamazares, quien ha...