Hace algunas semanas tuve la
oportunidad de leer un interesante artículo en el diario El País (España) de
Sonia López Iglesias acerca de lo que considera deben ser algunas de las cosas
que “debería aprender un niño o un adolescente en 2021” ( https://elpais.com/mamas-papas/2021-01-08/esto-es-lo-que-deberia-aprender-un-nino-o-un-adolescente-en-2021.html
). El artículo me pareció bastante interesante, ya que está enfocado en qué y
cuántas cosas hemos podido tener la oportunidad de aprender durante esta
singular y tediosa pandemia, muy especialmente en cuanto a nuestras emociones y
sentimientos, nuestro sentido de vida, nuestro tiempo…
A partir de esas premisas, establece una serie de aprendizajes que, como personas adultas y referentes, deberíamos de una u otra forma promover como aprendizajes para nuestros hijos e hijas: el continuo aprendizaje que es la vida, hacer lo que nos haga felices a diario, cultivar nuestro interior, trabajar por nuestras metas, profundizar valores, cuidar aún más nuestro planeta, rodearse de buenas personas, entre otros. La lista es extensa, muy buena y sumamente atinada.
Sin embargo, el artículo me provocó una sensación diferente.
Lo que sentí casi de inmediato fue “creo que es un poco adulto-centrista”. Y con esto no quiero decir que el artículo está mal, todo lo contrario, pero resultó que más bien me puso a pensar en aquellas cosas que como padre y adulto he podido aprender de mis hijos, de sus sentimientos, de su manera de lidiar con el confinamiento y cuanto de ello me ha servido a mí mismo para sobrellevar todos estos meses y cuánto podría aplicar en el futuro.
1. Este
es el primer aprendizaje de este ejercicio: todos ellos y ellas, en su
simpleza, nos enseñan la importancia de vivir más en el presente que en el
futuro. Y esto nos pasa de forma especial a padres, madres y educadores.
Estamos tan centrados en que ellos y ellas se preparen “para el futuro” que
olvidamos la mayoría de las veces que ese futuro necesita la vivencia plena del
presente, del “aquí y el ahora” en todas sus dimensiones: experiencias,
sentimientos que generan esas experiencias, aprendizajes y, sobre todo, la
vivencia plena y consciente de las cosas. Me llama poderosamente la atención en
mis hijos de 22 y 15 años como, cuando escuchan música o ven algún video, lo
hacen con una atención plena de sus detalles: letra, música, ritmo. Ellos se
centran de tal forma que ni siquiera a la llamada para desayunar, almorzar o
cenar le dan la menor importancia (¡sí, sé que esto nos saca de quicio!), pero
me resulta interesante como ellos no desvían su atención de aquello que les
genera en el momento ese placer intrínseco que hay detrás de una actividad que
se disfruta. Es importante que aprendamos a vivir y a disfrutar del aquí y el
ahora de la forma tan consciente como lo hacen ellos y ellas. Esto lo podemos
experimentar con cualesquiera cosas que hacemos diariamente: percibir el olor
del café cuando lo estamos haciendo en la mañana, nuestra primera respiración consciente
apenas nos levantamos, el primer saludo mañanero de la familia por whatssup (¿A
cuánta gente le gustaría volver a tenerlo de aquellos que ya no están?...¿Nos
ponemos a pensar en esto alguna vez?)...Vivir el aquí y el ahora es más
importante de lo que comúnmente creemos y tanto los niños como los jóvenes nos
enseñan mucho de esto.
2. La
tecnología no es “un monstruo maligno” que nos separa. Hace unos años atrás,
anteriores a la pandemia, escuchábamos de algún sector de la sociedad de que la
tecnología nos separaba, no permitía el contacto entre las personas y que
estábamos criando a una generación cuasi robotizada. ¡Mentira!. El
confinamiento nos permitió darnos cuenta que la tecnología utilizada de forma
positiva para la comunicación también posibilita la cercanía entre las personas
y que no hay distancia que no se pueda superar para ello. Ni todo es blanco ni
todo es negro en cuanto al uso de la tecnología para comunicarnos. ¿Qué
hubiésemos hecho en los días más difíciles del confinamiento sin video
llamadas, aplicaciones y hasta en algunos casos las redes sociales para hablar
con nuestros seres más queridos, festejar un cumpleaños y hasta para dar
nuestro pésame a aquellas personas, amigos o no, que perdieron a alguien y
mostrar algo de solidaridad?. De esta “magia tecnológica” tenemos una especial
percepción los “baby boomers”, los generación “X” y, en menor medida, los
millenials quienes vivimos más el contacto, el “face to face”, las tardes de
juegos y tertulia con nuestros amigos y amigas. Los chicos y chicas de la
generación “Z” vinieron en nuestro auxilio para que, en muchos hogares,
provocaran una “mini revolución tecnológica” y enseñaran a utilizar a los más
viejos todas aquellas herramientas que ya formaban parte de su diario vivir con
sus amigos, amigas o compañeros. En mi hijo de 15 años esto fue especialmente
latente con su abuela materna a quién, en muchas ocasiones, le dio tutoriales
de whatsApp, zoom y alguna que otra herramienta ya fuera para contestar video
llamadas o bien enviar mensajes y saludos. Su abuela ahora no para de enviar
cuanto mensaje o video piensa que desde su óptica “es para bien”a toda la
familia. La cantidad de mensajes diarios que nos envía la han convertido en una
verdadera “máquina de comunicación” que la hace sentirse más cerca de los suyos….(¡Y
ya nadie la para!) Esto gracias a sus nietos y nietas “Z”. Estos chicos y
chicas, en muchas familias alrededor del mundo, son los que han enseñado a
hacer “natural” las comunicaciones permeadas por los diferentes recursos
tecnológicos para, al menos, sentirnos un poco más cercanos aunque sea de una
forma diferente para su ascendencia. Las generaciones “más viejas” debemos
comprender y aceptar que nuestros hijos e hijas viven esta forma de comunicarse
tanto como nosotros el “face to face” y su apoyo (y hasta modelaje cuando los
observamos y escuchamos interactuar entre sí) nos ha “salvado la tanda” durante
esta coyuntura.
3. Conocer
sus particulares gustos musicales (¡ hasta el punto que me terminaron gustando
a mí ¡) y youtubers con canales bien interesantes. Mis hijos, como asumo
también de otros jóvenes, les encanta la música y en muchos momentos del día es
una de sus mejores actividades para distraerse y entretenerse. Ellos comparten
algún gusto musical pero también tienen otros tan particulares como parte de
sus propias personalidades. Lo primero: comparten mi gusto por el rock y juntos
fuimos al concierto que hiciera Roger Waters en 2018 (“Rogelio Aguas” le llama
el menor en tono de broma), antes lo había hecho con solo mi hijo mayor en los
casos de Iron Maiden y Metallica. ¡Vaya conciertos inolvidables!. Pero eso
estuvo marcado por un gusto que ya su padre traía desde la adolescencia…A
través de estos dos jóvenes “Z” pude conocer a grupos y solistas más recientes
que ni por asomo hubiese escuchado por mí mismo, tal es el caso del grupo
australiano Tame Impala o los músicos electrónicos de los conciertos
“Tomorrowland” que ampliaron mi gusto por esta clase de música (antes de esto escuchaba
bastante a David Getta). Hasta le he encontrado gusto a algunas canciones de
Rap del cantante Travis Scott que escucha esporádicamente el menor de mis
hijos.
Además,
descubrí a un grupo nacional con una calidad realmente impresionante y que
crearon una versión de una canción de los 80´s que me gustaba mucho en ese
tiempo en que disfrutaba de mi propia adolescencia: “Chica de humo” del
cantante mexicano Emmanuel. Acá les voy a dejar la versión de este grupo
llamado “424” que es de una calidad muy notable:
Por otra
parte, por invitación de mi hijo menor, varias veces me senté con él a observar
los videos del canal de un Youtuber mexicano llamado “Luisito comunica” que me
ha parecido de lo más entretenido e interesante a la vez. Este chico hace
videos de diversos temas pero, los más interesante, es cuando ha ido a
diferentes partes del mundo para compartir la idiosincrasia de las ciudades que
visita, hoteles muy particulares o hasta tradiciones propias de los lugares
pero expuestos y explicados desde la simpleza de un joven con espíritu
aventurero. Me ha gustado mucho el canal pero de forma especial que mi hijo de
15 años se haya identificado y me lo haya compartido. En este mundo de la
tecnología, Youtubers y las muchas veces mal llamadas personas “Influencers”,
resulta reconfortante que observe un canal de un joven que trasmite cosas que
despiertan curiosidad e interés desde el relativismo cultural.
4. Un
acercamiento al mundo del trabajo del futuro. Mi hijo mayor es un chico que ya
ronda los 23 años. Continua sus estudios universitarios que, desde hace ya dos
años, complementa con un trabajo en Amazon. Lo interesante de esta experiencia
es que me ha dejado constatar ese mundo del trabajo el cual yo he venido
estudiando desde hace varios años atrás y que ahora veo en parte cómo es en la
práctica. Este “monstruo” del comercio mundial desarrolla desde antes de la
pandemia políticas gerenciales en cuanto al trabajo de sus colaboradores que
van respondiendo a las nuevas necesidades y paradigmas que están marcando la
pauta de lo que será el trabajo para la generación “Z” y subsecuentes en muchos
aspectos: el establecimiento del trabajo a distancia, la eliminación de las
oficinas, las relaciones de trabajo cada vez más horizontales y menos
verticalizadas, el trabajo en equipo
como clave del éxito de las organizaciones, la tecnología como aliada
fundamental de la nueva productividad y la integración de las necesidades
empresariales con las necesidades personales, entre otras cosas.
Me ha dejado
una gran impresión observar como el teletrabajo empleado permite interacciones
en tiempo real que dejan en la casi completa obsolescencia la presencialidad en
las reuniones de equipos de trabajo, el trabajo con los clientes de forma
remota que resulta mucho más efectivo y menos burocrático, así como también el
incentivo de no tener que movilizarse innecesariamente a centros de trabajo u
oficinas para cumplir con las metas propuestas. Sé que, por ahora, no todos los
trabajos, ocupaciones o profesiones podrían aplicar estas metodologías pero
debemos de saber que esa será cada vez más la norma, lo cual me resulta en un
cambio bastante positivo que provoca ya trasformaciones que esta pandemia
definitivamente ha acelerado.
5. Dejar espacio para la construcción de su propia relación de hermanos. En ocasiones padres y madres tendemos a agobiar, sin quererlo, a nuestros hijos e hijas queriendo incorporarlos a cuanta actividad tengamos o pensamos que será “buena” para ellos y ellas en donde creemos que siempre es necesaria nuestra presencia. La verdad esto no es así. Si bien es cierto el compartir tiempo con ellos en sumamente importante para su desarrollo también lo es el hecho de que debemos de dejarles espacio para que interactúen entre sí y construyan sus lazos como hermanos. Durante este tiempo de pandemia y confinamiento en nuestras propias burbujas, creo que en la mayoría de hogares, hemos tenido la oportunidad de fortalecer nuestras interrelaciones debido al tiempo que hemos tenido que estar juntos pero también el darnos cuenta que dentro de nuestro sociograma familiar también hay que dar espacio para las “alianzas”. De esto tuve total certeza hace una semana cuando mis hijos me invitaron a jugar basket nuevamente. Como en otros momentos acepté su invitación decidí ese día decirles que no (dando la buena excusa de que precisamente venía de hacer atletismo). Cuando los vi alejarse camino a la cancha hablando y vacilando entre ellos pude, con bastante agrado incluido, darme cuenta que están en un momento en donde es preciso que afiancen su relación de hermanos, se conviertan en verdaderos compinches y descansen de sus progenitores de vez en cuando. Al verlos alejarse cada vez más recordé una de las frases que más me impactó de “El profeta” de Khalil Gibran: “Tus hijos no son tus hijos, son los hijos de la vida”…
Esta es mi lista de lo que he
aprendido de ellos, quizás me falten algunas cosas más, pero este ejercicio me
ha enseñado que no debemos de perder de vista que, en muchas ocasiones,
nuestros niños y jóvenes nos pueden enseñar más de lo que creemos.
Trate de hacer usted su propia lista y podrá enterarse de lo que le han enseñado sin darse cuenta. Verá que los empezará a observar de forma diferente, ya no desde su “adulto centrismo”, sino desde el punto de vista de personas que tienen mucho que enseñarnos desde su propio proceso vital en donde, al igual que nosotros mismos, no son un “producto terminado”…
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