lunes, 8 de febrero de 2021

¿Qué aprendimos de nuestros niños, niñas y jóvenes durante la pandemia?

 

Por Manuel Chaves Quirós 
Máster en desarrollo personal y profesional-Orientador vocacional


Hace algunas semanas tuve la oportunidad de leer un interesante artículo en el diario El País (España) de Sonia López Iglesias acerca de lo que considera deben ser algunas de las cosas que “debería aprender un niño o un adolescente en 2021” (  https://elpais.com/mamas-papas/2021-01-08/esto-es-lo-que-deberia-aprender-un-nino-o-un-adolescente-en-2021.html ). El artículo me pareció bastante interesante, ya que está enfocado en qué y cuántas cosas hemos podido tener la oportunidad de aprender durante esta singular y tediosa pandemia, muy especialmente en cuanto a nuestras emociones y sentimientos, nuestro sentido de vida, nuestro tiempo…

 Los cambios en nuestra vida cotidiana, tanto a nivel familiar como laboral, son los que han marcado, a criterio de la autora, las mayores angustias y, al mismo tiempo, generado las mayores enseñanzas.

A partir de esas premisas, establece una serie de aprendizajes que, como personas adultas y referentes, deberíamos de una u otra forma promover como aprendizajes para nuestros hijos e hijas: el continuo aprendizaje que es la vida, hacer lo que nos haga felices a diario, cultivar nuestro interior, trabajar por nuestras metas, profundizar valores, cuidar aún más nuestro planeta, rodearse de buenas personas, entre otros. La lista es extensa, muy buena y sumamente atinada.

Sin embargo, el artículo me provocó una sensación diferente.

Lo que sentí casi de inmediato fue “creo que es un poco adulto-centrista”. Y con esto no quiero decir que el artículo está mal, todo lo contrario, pero resultó que más bien me puso a pensar en aquellas cosas que como padre y adulto he podido aprender de mis hijos, de sus sentimientos, de su manera de lidiar con el confinamiento y cuanto de ello me ha servido a mí mismo para sobrellevar todos estos meses y cuánto podría aplicar en el futuro.

 Créanme que el ejercicio de observar de forma diferente a mis hijos, más que como “aprendices” como “maestros” ha sido muy interesante no sólo para reforzar algunas cosas dentro de mí mismo sino también para terminar de comprender que de nuestros niños, niñas y jóvenes podemos descubrir saberes simples que por ser así, por lo general, pasamos por alto los “adultos que siempre enseñamos”. En otras palabras: me sacudieron mi propio “adulto-centrismo”:

1.  Este es el primer aprendizaje de este ejercicio: todos ellos y ellas, en su simpleza, nos enseñan la importancia de vivir más en el presente que en el futuro. Y esto nos pasa de forma especial a padres, madres y educadores. Estamos tan centrados en que ellos y ellas se preparen “para el futuro” que olvidamos la mayoría de las veces que ese futuro necesita la vivencia plena del presente, del “aquí y el ahora” en todas sus dimensiones: experiencias, sentimientos que generan esas experiencias, aprendizajes y, sobre todo, la vivencia plena y consciente de las cosas. Me llama poderosamente la atención en mis hijos de 22 y 15 años como, cuando escuchan música o ven algún video, lo hacen con una atención plena de sus detalles: letra, música, ritmo. Ellos se centran de tal forma que ni siquiera a la llamada para desayunar, almorzar o cenar le dan la menor importancia (¡sí, sé que esto nos saca de quicio!), pero me resulta interesante como ellos no desvían su atención de aquello que les genera en el momento ese placer intrínseco que hay detrás de una actividad que se disfruta. Es importante que aprendamos a vivir y a disfrutar del aquí y el ahora de la forma tan consciente como lo hacen ellos y ellas. Esto lo podemos experimentar con cualesquiera cosas que hacemos diariamente: percibir el olor del café cuando lo estamos haciendo en la mañana, nuestra primera respiración consciente apenas nos levantamos, el primer saludo mañanero de la familia por whatssup (¿A cuánta gente le gustaría volver a tenerlo de aquellos que ya no están?...¿Nos ponemos a pensar en esto alguna vez?)...Vivir el aquí y el ahora es más importante de lo que comúnmente creemos y tanto los niños como los jóvenes nos enseñan mucho de esto.

2.     La tecnología no es “un monstruo maligno” que nos separa. Hace unos años atrás, anteriores a la pandemia, escuchábamos de algún sector de la sociedad de que la tecnología nos separaba, no permitía el contacto entre las personas y que estábamos criando a una generación cuasi robotizada. ¡Mentira!. El confinamiento nos permitió darnos cuenta que la tecnología utilizada de forma positiva para la comunicación también posibilita la cercanía entre las personas y que no hay distancia que no se pueda superar para ello. Ni todo es blanco ni todo es negro en cuanto al uso de la tecnología para comunicarnos. ¿Qué hubiésemos hecho en los días más difíciles del confinamiento sin video llamadas, aplicaciones y hasta en algunos casos las redes sociales para hablar con nuestros seres más queridos, festejar un cumpleaños y hasta para dar nuestro pésame a aquellas personas, amigos o no, que perdieron a alguien y mostrar algo de solidaridad?. De esta “magia tecnológica” tenemos una especial percepción los “baby boomers”, los generación “X” y, en menor medida, los millenials quienes vivimos más el contacto, el “face to face”, las tardes de juegos y tertulia con nuestros amigos y amigas. Los chicos y chicas de la generación “Z” vinieron en nuestro auxilio para que, en muchos hogares, provocaran una “mini revolución tecnológica” y enseñaran a utilizar a los más viejos todas aquellas herramientas que ya formaban parte de su diario vivir con sus amigos, amigas o compañeros. En mi hijo de 15 años esto fue especialmente latente con su abuela materna a quién, en muchas ocasiones, le dio tutoriales de whatsApp, zoom y alguna que otra herramienta ya fuera para contestar video llamadas o bien enviar mensajes y saludos. Su abuela ahora no para de enviar cuanto mensaje o video piensa que desde su óptica “es para bien”a toda la familia. La cantidad de mensajes diarios que nos envía la han convertido en una verdadera “máquina de comunicación” que la hace sentirse más cerca de los suyos….(¡Y ya nadie la para!) Esto gracias a sus nietos y nietas “Z”. Estos chicos y chicas, en muchas familias alrededor del mundo, son los que han enseñado a hacer “natural” las comunicaciones permeadas por los diferentes recursos tecnológicos para, al menos, sentirnos un poco más cercanos aunque sea de una forma diferente para su ascendencia. Las generaciones “más viejas” debemos comprender y aceptar que nuestros hijos e hijas viven esta forma de comunicarse tanto como nosotros el “face to face” y su apoyo (y hasta modelaje cuando los observamos y escuchamos interactuar entre sí) nos ha “salvado la tanda” durante esta coyuntura.

3.     Conocer sus particulares gustos musicales (¡ hasta el punto que me terminaron gustando a mí ¡) y youtubers con canales bien interesantes. Mis hijos, como asumo también de otros jóvenes, les encanta la música y en muchos momentos del día es una de sus mejores actividades para distraerse y entretenerse. Ellos comparten algún gusto musical pero también tienen otros tan particulares como parte de sus propias personalidades. Lo primero: comparten mi gusto por el rock y juntos fuimos al concierto que hiciera Roger Waters en 2018 (“Rogelio Aguas” le llama el menor en tono de broma), antes lo había hecho con solo mi hijo mayor en los casos de Iron Maiden y Metallica. ¡Vaya conciertos inolvidables!. Pero eso estuvo marcado por un gusto que ya su padre traía desde la adolescencia…A través de estos dos jóvenes “Z” pude conocer a grupos y solistas más recientes que ni por asomo hubiese escuchado por mí mismo, tal es el caso del grupo australiano Tame Impala o los músicos electrónicos de los conciertos “Tomorrowland” que ampliaron mi gusto por esta clase de música (antes de esto escuchaba bastante a David Getta). Hasta le he encontrado gusto a algunas canciones de Rap del cantante Travis Scott que escucha esporádicamente el menor de mis hijos.

Además, descubrí a un grupo nacional con una calidad realmente impresionante y que crearon una versión de una canción de los 80´s que me gustaba mucho en ese tiempo en que disfrutaba de mi propia adolescencia: “Chica de humo” del cantante mexicano Emmanuel. Acá les voy a dejar la versión de este grupo llamado “424” que es de una calidad muy notable:

 


Por otra parte, por invitación de mi hijo menor, varias veces me senté con él a observar los videos del canal de un Youtuber mexicano llamado “Luisito comunica” que me ha parecido de lo más entretenido e interesante a la vez. Este chico hace videos de diversos temas pero, los más interesante, es cuando ha ido a diferentes partes del mundo para compartir la idiosincrasia de las ciudades que visita, hoteles muy particulares o hasta tradiciones propias de los lugares pero expuestos y explicados desde la simpleza de un joven con espíritu aventurero. Me ha gustado mucho el canal pero de forma especial que mi hijo de 15 años se haya identificado y me lo haya compartido. En este mundo de la tecnología, Youtubers y las muchas veces mal llamadas personas “Influencers”, resulta reconfortante que observe un canal de un joven que trasmite cosas que despiertan curiosidad e interés desde el relativismo cultural.

4.     Un acercamiento al mundo del trabajo del futuro. Mi hijo mayor es un chico que ya ronda los 23 años. Continua sus estudios universitarios que, desde hace ya dos años, complementa con un trabajo en Amazon. Lo interesante de esta experiencia es que me ha dejado constatar ese mundo del trabajo el cual yo he venido estudiando desde hace varios años atrás y que ahora veo en parte cómo es en la práctica. Este “monstruo” del comercio mundial desarrolla desde antes de la pandemia políticas gerenciales en cuanto al trabajo de sus colaboradores que van respondiendo a las nuevas necesidades y paradigmas que están marcando la pauta de lo que será el trabajo para la generación “Z” y subsecuentes en muchos aspectos: el establecimiento del trabajo a distancia, la eliminación de las oficinas, las relaciones de trabajo cada vez más horizontales y menos verticalizadas, el  trabajo en equipo como clave del éxito de las organizaciones, la tecnología como aliada fundamental de la nueva productividad y la integración de las necesidades empresariales con las necesidades personales, entre otras cosas.

Me ha dejado una gran impresión observar como el teletrabajo empleado permite interacciones en tiempo real que dejan en la casi completa obsolescencia la presencialidad en las reuniones de equipos de trabajo, el trabajo con los clientes de forma remota que resulta mucho más efectivo y menos burocrático, así como también el incentivo de no tener que movilizarse innecesariamente a centros de trabajo u oficinas para cumplir con las metas propuestas. Sé que, por ahora, no todos los trabajos, ocupaciones o profesiones podrían aplicar estas metodologías pero debemos de saber que esa será cada vez más la norma, lo cual me resulta en un cambio bastante positivo que provoca ya trasformaciones que esta pandemia definitivamente ha acelerado.

5.     Dejar espacio para la construcción de su propia relación de hermanos. En ocasiones padres y madres tendemos a agobiar, sin quererlo, a nuestros hijos e hijas queriendo incorporarlos a cuanta actividad tengamos o pensamos que será “buena” para ellos y ellas en donde creemos que siempre es necesaria nuestra presencia. La verdad esto no es así. Si bien es cierto el compartir tiempo con ellos en sumamente importante para su desarrollo también lo es el hecho de que debemos de dejarles espacio para que interactúen entre sí y construyan sus lazos como hermanos. Durante este tiempo de pandemia y confinamiento en nuestras propias burbujas, creo que en la mayoría de hogares, hemos tenido la oportunidad de fortalecer nuestras interrelaciones debido al tiempo que hemos tenido que estar juntos pero también el darnos cuenta que dentro de nuestro sociograma familiar también hay que dar espacio para las “alianzas”. De esto tuve total certeza hace una semana cuando mis hijos me invitaron a jugar basket nuevamente. Como en otros momentos acepté su invitación decidí ese día decirles que no (dando la buena excusa de que precisamente venía de hacer atletismo). Cuando los vi alejarse camino a la cancha hablando y vacilando entre ellos pude, con bastante agrado incluido, darme cuenta que están en un momento en donde es preciso que afiancen su relación de hermanos, se conviertan en verdaderos compinches y descansen de sus progenitores de vez en cuando. Al verlos alejarse cada vez más recordé una de las frases que más me impactó de “El profeta” de Khalil Gibran: “Tus hijos no son tus hijos, son los hijos de la vida”…

Esta es mi lista de lo que he aprendido de ellos, quizás me falten algunas cosas más, pero este ejercicio me ha enseñado que no debemos de perder de vista que, en muchas ocasiones, nuestros niños y jóvenes nos pueden enseñar más de lo que creemos.

Trate de hacer usted su propia lista y podrá enterarse de lo que le han enseñado sin darse cuenta. Verá que los empezará a observar de forma diferente, ya no desde su “adulto centrismo”, sino desde el punto de vista de personas que tienen mucho que enseñarnos desde su propio proceso vital en donde, al igual que nosotros mismos, no son un “producto terminado”…

 

 


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