lunes, 22 de febrero de 2021

¿Cómo aplicar en nuestra vida la física de "las rocas en equilibrio"?

 


Por Manuel Chaves Quirós 
Máster en desarrollo personal y profesional-Orientador vocacional


Hace unas semanas estando de paseo, a la orilla de un majestuoso y cristalino río de montaña, me di a la tarea de tomar algunas de las miles de piedras que había por allí y comencé a apilarlas una sobre otra.

En algún momento me dije “la verdad está quedando muy bonita pero por cualquier leve movimiento se cae. Qué bueno sería pegarlas con silicona para que mantengan la forma…”. Esa idea me quedó dando vueltas por un rato. Sin embargo, luego me puse a pensar que cada una de esas piedras eran realmente un regalo del universo tal y como son, que se habían formado miles de millones de años antes a partir de los cataclismos que formaron el mundo que hoy conocemos y que la naturaleza, a través del agua y las condiciones del tiempo, se encargó de darles la forma que hoy tienen. Lo mejor de todo es que esta aparente “actividad artística” fue un poco más allá y me puse a meditar en lo que podríamos aprender de nosotros mismos al relacionar la construcción de “rocas en equilibrio” (la estabilidad que pretendemos darle y cómo acomodamos cada una de sus partes) con la forma en que podemos dar sentido a las experiencias personales para construir (o reconstruir) nuestro sentido de vida y nuestra autoestima.








Como si se tratara de una especie de “iluminación” espiritual, inmediatamente me invadió una sensación de introspección realmente curiosa. Mientras apilaba piedra sobre piedra, fui pensando como sus formas, tamaños, superficies y pesos se pueden relacionar con nuestra propia existencia. Y de esto tuve una certeza mayor cuando hace pocos días leía que en Asia, tanto la culturas budistas como taoístas suelen apilar rocas como una forma de representación del equilibrio interno y que también las culturas andinas de América del Norte y del Sur solían montar túmulos similares en sitios sagrados, observar Machu Pichu en Perú o los Moáis de la Isla de Pascua o en Irlanda y Escocia donde los elaborados “Cairns” provienen de las tradiciones celtas y cuya elaboración las convierte en verdaderas obras de ingeniería hasta llegar a su forma cónica o, bien, los mismos conjuntos de piedras erguidas o monolíticas de Stonehenge que, aunque servían principalmente como un complejo observatorio astronómico, también lo eran como un centro de ceremonias religiosas marcadas por puntos energéticos para albergar espíritus elementales para aquellos habitantes. Incluso, las mismas esferas de piedra del delta del Diquís de la zona sur de Costa Rica(únicas en el mundo) esculpidas a la perfección por los indígenas Boruca entre el 400 y 500 d.C, (patrimonio de la humanidad desde 2014) que denotaban un grado importante de conocimiento astronómico y una visión integrada e interconectada entre el ser humano, su entorno natural  y su psiquis que el gran escultor de nuestros tiempos, Jorge Jiménez Deredia, ha sabido interpretar muy bien en su vasta obra.  Para muchas de aquellas ancestrales culturas la piedra siempre fue símbolo de lo eterno y algo consustancial de sí mismas…

  Esferas de piedra del Díquis (Costa Rica)


                                                             
                     Cairns (Escocia)  

De una u otra forma, esa sensación de introspección que me provocaron aquellas esculpidas piedras de río fue una especie de conexión con esa herencia de todos esos antepasados la cual nos acompaña y llevamos marcada en nuestro ADN desde que hemos sido concebidos…

Cuánto podríamos aprender y proyectar de nuestra vida a través de este ejercicio y cuánto, algo tan aparentemente simple, puede ayudarnos en nuestro crecimiento personal: aceptarnos a sí mismos, así mismas y reconocer nuestra vida con todos sus altos y sus bajos.

A través de estas formas cónicas podemos ayudarnos a interpretar muchas cosas que se relacionan con nuestro “bienestar subjetivo” porque en su construcción usamos piedras de diferente tamaño, textura, grosor y forma. Las habrá lisas y muy pulidas (como aquellos acontecimientos gratos de nuestra vida) o toscas y quebradizas (como los malos momentos o aquellas transiciones que nunca quisiéramos haber experimentado pero que suceden…). Nos pueden ayudar a proyectar aspectos a los cuales necesitamos darles sentido. Quizás de esta forma nuestra visión del presente y futuro podría ser aún más significativa. Cada piedra al amoldarse a la forma de la otra nos ayuda a comprender que todo tiene un equilibrio y que es posible dar sentido a cada momento de nuestra existencia de forma más consciente para, en lugar de paralizarnos, podamos hacer las cosas que necesitamos realizar para alcanzar nuestra felicidad en el aquí y el ahora, darnos la oportunidad de pensarnos en un futuro prometedor.

Quise ponerme manos a la obra y entonces decidí que quería hacer una formación que pudiese representar la visión que tengo de mi propia familia:

                                                              Mi pirámide familiar

En la base, la piedra más grande representa todos los valores que hemos abrazado a lo largo de nuestra vida y que son el cimiento de cada una de nuestras conductas. Allí también están las vivencias de nuestras propias vidas, las experiencias que de una u otra forma han moldeado lo que somos como personas y aquellas creencias que hemos abrazado a lo largo del camino de la vida. Esa es la base y el significado que tiene para mí esta primera roca…

En el segundo nivel, están representadas cada una de nuestras familias extendidas. De ellas llevamos impresas todo lo que se nos hereda en la sangre, además de cada una de las vivencias, el amor y la educación que nos han hecho ser gran parte de lo que somos aquí y ahora. No tenemos familias perfectas de la misma forma que nunca encontraremos una piedra perfecta. Ellas son lo que son, ni perfectas ni imperfectas, pero siempre nos van a sostener porque son y serán para siempre nuestra referencia. ¿Cuán diferentes podrían ser las familias si antes de decidir conformarse como tales sus miembros fueran conscientes de esto verdad?...

En el tercer nivel, nos encontramos mi esposa y yo al lado, pero separados lo suficiente como para contener a las demás rocas. Esto resulta muy importante ya que la vida en pareja representa la decisión autónoma de querer compartir con la otra persona, lo cual implica que cada una tiene su propio espacio. Bien lo decía Khalil Gibran en “El profeta”: “Mas dejad que en vuestra unión crezcan los espacios. Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros…”. Si esas piedras estuvieran totalmente pegadas una a la otra no sostendrían el resto de la pirámide, así una vida de pareja en donde no se respete el espacio del otro y su individualidad acabará con desestabilizar las demás partes…”Cantad y bailad juntos, alegraos, pero que cada uno de vosotros conserve la soledad para retirarse a ella a veces/Hasta las cuerdas de un laúd están separadas, aunque vibren con la misma música/Ofreced vuestro corazón, pero no para que se adueñen de él…” nos termina recordando el afamado escritor libanés.

El cuarto nivel, si ustedes se fijan bien, está conformado por una roca que se partió a la mitad y quise ponerla allí porque la misma representa un momento de ruptura y de desencuentro que marcó un punto de inflexión necesario en nuestras vidas. Sin este momento, al igual que ha pasado a muchas personas en algún momento de sus vidas, no hubiésemos podido crecer de forma individual ni familiar. Hoy por hoy, sin esa experiencia y el crecimiento que provocó en cada uno de nosotros, nuestra familia no sería lo que es, de ahí que esas piedras partidas representan en cada una de sus partes un sostén en nuestro devenir, una fortaleza en lugar de una debilidad…

El quinto y sexto niveles de mi pirámide está representada por cada uno de nuestros dos hijos: únicos, desiguales, independientes en sus formas y carácter, tal cual cada una de las piedras que los representan, están sobre nosotros y el uno sobre el otro por su orden cronológico y, además, porque su vida es de ellos y les tocará tomar sus propios caminos, pero nunca dejarán de ser parte de esta familia que les tocó tener aunque posean esa esencia de autonomía personal, de ahí que como padres y madres nos corresponderá establecer cuán firme será esa parte de la base en donde estarán asentadas sus propias vidas, especialmente cuando decidan ser totalmente independientes.

En el último de nuestros niveles se encuentra la roca que representa nuestra espiritualidad, todo aquello que forma y alimenta día a día nuestro espíritu y que nos hace mejores personas. Si bien es cierto está sobre todas las personas que allí estamos representadas también lo es el hecho de que cada cual posee y abraza su propia espiritualidad y que esta no puede ser impuesta. Esto ha sido particularmente importante para con nuestros hijos quienes poseen sus propias ideas en cuanto a su espiritualidad aunque su padre y su madre claramente manifiestan las suyas propias. Todas las personas experimentamos crisis espirituales en algún momento de nuestras vidas, pero esto es algo normal y hasta necesario. En el devenir de nuestra vida poco a poco vamos abrazando ideas y creencias que nos empujan a tener una noción de nuestro propio ser, lo cual no se construye de la noche a la mañana y, mucho menos, es algo que se deba imponer. En el caso particular de nuestros hijos, eso sí, tienen una sola imposición: ser buenas personas…

De la misma forma que la pirámide está expuesta a los efectos de la gravedad y la física también las personas lo estamos a lo largo de nuestro camino y eso nos recuerda que también somos vulnerables, que no estamos “vacunados” contra las vicisitudes de la vida. Sin embargo, el rehacer una pirámide me hace pensar que también aprendemos a levantarnos y que podemos reconstruirnos a partir de lo que hemos hecho con nuestras experiencias pasadas y al sentido que hayamos dado a las mismas. Una resiliencia constante y necesaria para seguir. Si la base de nuestra vida es el equivalente a una roca grande y firme (póngale ahí sus valores, sus esfuerzos, sus derroteros, su amor propio…) en cualquier momento se podrá reponer de cualquier dificultad, o sea, tenemos siempre la oportunidad de reconstruir nuestra propia “pirámide de vida”…

Pegar artificialmente las piedras para darles una forma “perfecta” me hizo pensar en  lo que hacen muchas personas: tener un sentido “artificial” y “cosmético” de su vida, llenando espacios para hacerlos ver “perfectos”, acomodándolos a conveniencia para brindar una cierta imagen que, en realidad, implica la no aceptación de lo que realmente son y, peor aún, una constante huida para no enfrentarse a su propias transiciones lo cual nunca nos dejará crecer y nos mantendrá siempre huyendo de nosotros mismos…

El ejercicio de las “rocas en equilibrio” nos puede ayudar a entender que sean cuales sean los acontecimientos que hayamos vivido es preciso aceptarlos como parte intrínseca de nuestras vidas para, posteriormente, enfrentarlos tal cual en el aquí y el ahora y darles el peso y la dimensión que realmente tienen. Si no llegamos a confrontarnos a ello no vamos a crecer y vamos a sufrir, probablemente, un estancamiento vital.

Como las piedras que apilamos una sobre otra, debemos buscar que cada una de nuestras experiencias de vida se “ajusten” para que, ayudadas unas por otras, permitan alcanzar la forma y la altura que queramos darle a nuestras vidas…Usar silicona para unir las diferentes rocas, en este caso, ejemplifica perfectamente cómo intentamos maquillar muchas veces nuestra vida con cosas que al final no terminan de darnos sentido ni nos ayudan a cimentar esa fortaleza que nos puede permitir seguir en pie…

Si la base de nuestra “pirámide vital” es fuerte y firme, aunque se lleguen a caer algunas de las piedras, podemos volver a colocarlas y reconstruirnos sobre ella…Si nuestra existencia, si nuestra vida, está basada en los mejores valores, principios y actitudes podremos caer, sin duda, pero de la misma forma levantarnos con mayor fortaleza y experiencia…

¿Cómo percibe usted su vida? ¿Qué es lo más y lo menos importante en su existencia? ¿Qué personas son significativas para usted? ¿Cuáles son sus valores? ¿Qué transiciones vitales ha vivido hasta ahora? ¿Aún tiene aspectos de su vida que debe resolver? ¿Cómo anda su fortaleza interna?…

Quizás si se pusiese a armar su propia pirámide de piedra pueda encontrar en su interior la respuesta a estas preguntas (y quizás a algunas más)…Vale la pena intentarlo!

 



 



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