Por MSc. Manuel Chaves Quirós
Especialista en desarrollo personal y profesional-orientador vocacional
Es difícil separar la influencia
del padre y la madre en cualquier aspecto de la vida y de nuestra personalidad
ya que los grupos familiares son un todo que se puede reestructurar una y otra
vez, dinámicos y sistémicos. El desarrollo de la vocación es uno de ellos.
Para la especialista en
orientación vocacional, Claudia Messing, los padres y las madres siempre van a
influir en la elección vocacional de sus hijos e hijas ya que hacen posibles
aprendizajes; vivencias y proporcionan modelos en los cuales identificarse.
Para ella, lo que no es posible presagiar es cómo se va a manifestar esa
influencia ya que cada persona es quien hace su propia combinación de esos
aportes, lo que llama su “síntesis personal”. Al respecto, nos señala que:
“Esto tiene que
ver con los procesos de identificación, que nunca son predecibles
de antemano, ni
objeto de la manipulación, sino que se descubren a posteriori,
una vez que se han
producido…Nuestros hijos van tomando y recreando rasgos nuestros,
características de
personalidad, modalidades de resolver o encarar problemas,
habilidades y
limitaciones. Pero lo interesante y maravilloso es que estos procesos de
identificación nunca son lineales ni mecánicos, siempre son originales y
propios de cada sujeto”.
Ahora bien, en estos procesos
de identificación con las figuras adultas más significativas, en donde también
podríamos encontrar a abuelos, abuelas, tíos, tías y hasta personajes de
nuestros barrios que no necesariamente formaban parte de nuestra familia, bien
vale la pena el ejercicio de intentar visualizar su influencia para atomizar y,
a la vez, valorar en toda su dimensión el papel de esas personas
significativas.
La verdad, no pensé que escribir
este artículo se me dificultaría de la forma en que lo hizo. Lo primero que me
sucedió fue el retraso inesperado en su publicación (yo quería que fuera antes
del 15 de agosto “Dia de las madres” acá en Costa Rica) desgraciadamente
“gracias” a un quebranto de salud que envió al hospital a mi madre (por dicha
ya se encuentra mucho mejor).
Desde ese día y hasta el 20 de
agosto, mientras ella se recuperaba de su dolencia estomacal, no tuve ni la lucidez ni las ganas para escribir
absolutamente nada.
El segundo retraso para escribir
este artículo que había prometido desde el momento en que publiqué “La
influencia del padre en el desarrollo de la vocación” se ha debido a la
dificultad de encontrar textos específicos que nos hablen de este tema.
"...a lo largo de la historia de la humanidad
se le ha dado a la mujer un papel “secundario”
Mi madre ya es una señora de casi
70 años, con muchos factores de riesgo y tiernamente testaruda hasta la médula.
De ella he aprendido infinidad de cosas que han marcado mi vida profesional y
personal en muchos aspectos. En primera instancia, esa misma testarudez, lo
cual me ha ayuda a que cuando me he planteado alguna meta luche hasta la última
gota para intentar alcanzarla. Segundo, su capacidad de trabajo y tesón que la
llevó hace ya muchos años a emprender una pulpería y una pyme de ropa tejida
que, con el apoyo de mi padre que hacía de socio y distribuidor, nos permitió
vivir mejor en la época de mi adolescencia a mis 3 hermanas, mi hermano y yo y
sortear, de esta manera, una vulnerabilidad económica que no nos dejará seguir
adelante en nuestros estudios. Y, tercero, sus agallas para vivir. Mi madre
tuvo una vida muy dura desde que era una niña en los recónditos cerros del Doán
hacia el este de la tercera provincia en importancia del país, Cartago, en un
pueblecito que conservó su nombre originario: Urasca. Ella tuvo la resiliencia
suficiente para vivir en medio de la pobreza extrema, un padre casi ausente que
estaba más en la cárcel por fabricar licor de contrabando que en la casa, una
madre alcohólica y una fila de 7 hermanos y hermanas menores. Vivió en carne
propia la muerte de su 8va hermana la cual falleció en sus propios brazos
mientras, por la ausencia de su padre, la llevaba a la única clínica que
existía en el pueblo más cercano (a unos 8 kilómetros de distancia). Cuando
ella me contó esta experiencia siempre la imaginé descalza, con su hermana en
brazos, en medio del estrecho camino entre los cerros y el río Reventazón.
Sinceramente, no me imagino su angustia e impotencia y su dolor al llegar con
su hermana muerta a las afueras de la pequeña clínica. En las lágrimas que
recuerdo bajaban de sus mejillas mientras nos contaba este relato hace ya algún
tiempo no paraba de mirarla en una suerte de compasión, respeto y admiración a
la vez. Me decía a mí mismo ¿Cómo llegó a ser para nosotros la madre que ha
sido en medio de tanta desgracia?. Luego, ya casada con mi papá, tuvo que
experimentar la muerte prematura de su propia madre, otro de sus hermanos y el
abandono absoluto de su papá quien, de forma irresponsable y despreciable, la
dejó a cargo de su hermana y hermano menores de edad. Mi hermana Gabriela y yo
ya éramos los primeros hijos de su propio matrimonio, ella con 3 años y yo con
2 años, respectivamente.
Pero como bien se dice, ella
siempre fue una mujer que supo ponerle el “pecho a las balas” y junto a un
verdadero compañero de vida que ha sido mi padre, salió adelante y supo aceptar
esas cosas como parte de la vida. Es allí donde radica su papel principal en
cuanto a mí: es un verdadero modelo de actitud hacia la vida.
El papel que juega una madre
en el desarrollo de sus hijos o hijas no es igual que el del padre que ya traté
en el artículo anterior en el mes de Julio. Por supuesto, existen muchas
similitudes a nivel de la imitación que hacemos de las actividades que realizan
nuestras personas adultas más significativas durante nuestra vivencia en la subetapa
de fantasía. Pero la gran diferencia que se da es que el rol materno inicia
desde la satisfacción de las necesidades más básicas que tenemos desde el mismo
momento en que somos concebidos y nos convertimos en huéspedes dentro de sus
vientres. Nuestras primeras necesidades de alimentación, cuidado, cariño y
bienestar emocional las vemos satisfechas allí y nos marcarán a lo largo de
nuestra vida.
Para el pediatra Donal
Winnicott, la madre cumple una función de “handling”. Este término se refiere al
servicio de asistencia que se brinda a los aviones en tierra para que, una vez
realizadas todas las operaciones terrestres requeridas(asistencia técnica,
combustible, carga y descarga, entre otros) estos puedan partir y funcionar
adecuadamente durante su trayecto. En otras palabras, son todos aquellos
servicios que les permiten “alzar vuelo”. Pues bien, en el caso de nuestras
madres, ese servicio de “handling” sería el equivalente al “sostén del yo”
desde los inicios de la maternidad.
"Aunque aún quedan muchos “techos de cristal”
por romper, parece ser que los cambios cada día
serán más palpables..."
Sin embargo, a pesar de la
importancia radical de esos cuidados maternales, a lo largo de la historia de
la humanidad se le ha dado a la mujer un papel “secundario” tanto en la vida
pública como privada y se ha delegado casi exclusivamente su labor a la
satisfacción de las necesidades básicas y el cuido a lo interno de la familia,
lo que ha provocado que no haya una verdadera oportunidad de desarrollo en
otras áreas.
En una interesante investigación
realizada en Colombia a efectos de analizar los proyectos de vida de las mujeres
que trabajaban en el programa de Madres Comunitarias, cuidando niños y niñas de
otras mujeres que se han insertado en el ámbito laboral local, quedan plasmadas
algunas de estas consideraciones.
Se quiso
conocer acerca de lo que soñaron ser de grandes para identificar elementos que
hicieron parte de la formación de su vocación. Sin excepción se logró
determinar que, desde niñas, la formación de sus identidades fue sensible al
cuidado y los servicios de los demás. Las profesiones con las cuales las
mujeres relacionaron sus proyecciones de vida en la infancia fueron
especialmente la enfermería y la docencia. Algunas soñaban con salvar vidas y
otras con educar niños, roles cuya responsabilidad se ha asignado tradicionalmente
a las mujeres. Según algunas de las conclusiones del estudio:
“la vocación de las mujeres estuvo influida
por los procesos de socialización de sus familias,
a
través de los cuales seguramente, se les formó para el cuidado y la atención de
otros.
En todo caso, los prejuicios anclados en el
machismo alrededor de las capacidades de las mujeres para dedicarse solamente a
la vida privada han marcado las metas,
expectativas, sueños y alcances de aquellas;
escenario en el cual las relaciones de género
están
presentes de manera transversal.”
En el relato de una de las participantes del estudio identificada
como “Marisol”, se pone en evidencia la influencia de las relaciones de género al
interior de su familia: “Mi papá en ese tiempo decía que las mujeres terminaban
hasta cierto punto y que de ahí no podían superarse más. Porque las mujeres
eran las que tenían que casarse, formar un hogar, cuidar del esposo y de los
hijos”.
Por fortuna, señala el estudio, los procesos de incorporación de
la mujer a la vida pública a través del mercado de trabajo, la educación, la
política entre otras, han ido cambiando los imaginarios femeninos y masculinos
con respecto al desarrollo de la mujer fuera de casa. En la actualidad, cada
vez hay más personas que cuestionan ese “status quo” y por ello se viene
dinamizando poco a poco las relaciones entre los hombres y las mujeres,
especialmente en las generaciones más jóvenes.
Aunque aún quedan muchos “techos
de cristal” por romper, parece ser que los cambios cada día serán más palpables
en este sentido.
Visto de esta manera, parece que
el papel de las madres en cuanto a su influencia en la vida de los hijos e
hijas viene dando un giro que, lejos de circunscribirse en unifactorial, es
multifactorial ya que no toca únicamente la identificación que puedan sentir
estos con sus labores profesionales cada vez más comunes sino en el complemento
con las demás características que han formado parte de su influencia en
nosotros. Así que podríamos determinar que estamos ante la presencia de una
influencia marcada por la identificación de un rol profesional y, además, de
las actitudes propias emanadas del rol tradicional que siguen desarrollando en
sus familias.
Algunos de estos cambios se
vienen manifestando a partir de la irrupción de la generación X y se ha ido
fortaleciendo con los cambios que ha impuesto la generación Millenial y que
será aún más palpable a partir del empuje de la generación Z. Sin embargo,
queda aún trabajo que hacer para terminar de dar los pasos requeridos para que
la gran mayoría de las mujeres pueda alcanzar proyectos de vida que vayan más
allá de la tendencia de trabajar para “los otros” y más enfocados en alcanzar
ocupaciones con un componente mayor de autorrealización en otras áreas
tradicionalmente ocupadas por hombres.
En la encuesta anual de la
fundación ADDECO de España de agosto del 2020 denominada ¿Qué quiero ser de
mayor? y dirigida a niños y niñas en edad escolar (entre los 4 y 16 años), los
resultados obtenidos seguían mostrando una tendencia marcada por la influencia
de los roles tradicionales. La encuesta de Adecco nos refleja que existen pocos
cambios en las ocupaciones preferidas y que se han manifestado ya en las
encuestas de años anteriores y algunas de ellas se presentan en mayor medida
marcadas por la pandemia de COVID19. Por ejemplo, en cuanto a las preferencias por género, a pesar de que hay coincidencias
en áreas como la salud y educación, las áreas de tecnología o ingeniería (que
aparecen tímidamente en el top 10) solo fueron escogidas por los varones.
Este dato hay que verlo con ojos muchos más críticos y amparados a lo que
sucede en estos momentos en el mundo y darnos cuenta que aún la socialización
en la que están siendo educados niños y niñas refuerzan de alguna manera
ciertos estereotipos que, en el plano del desarrollo vocacional, marcan
diferencias que profundizan la desigualdad de oportunidades y de desarrollo.
Sin embargo, no debemos de quedarnos allí ya que se van dando pasos muy
importantes en donde la influencia de las madres, que de por sí es muy fuerte
en cuanto a valores y actitudes, se está viendo complementada en la
identificación con las ocupaciones que están ejerciendo muchas madres en la
actualidad.
"...las madres que trabajan fuera del hogar
tienen una influencia positiva en la crianza"
En un estudio al que hace mención el diario El País (España) en enero del
2020, publicado originalmente en la Revista Gaceta Sanitaria, se determinó que
el nivel académico de la madre y el trabajo del padre pesa en el desarrollo cognitivo
de sus hijos e hijas. Ahora bien, Llúcia González, una de las investigadoras,
señala que esta correlación se da en parte a que en el caso del hombre el mundo
laboral-profesional suele ser más estable mientras que, en el caso de la madre,
se puede haber visto interrumpido por la maternidad y la necesidad de dedicarse
a la crianza. Si en nuestra sociedad se lograra brindar mejoras para que las
mujeres puedan desarrollarse laboralmente en igualdad de condiciones veríamos
que muy probablemente esa influencia del nivel académico (que en muchas
ocaciones supera a las de los hombres) se complementaría con la identificación
de los hijos o hijas al ver a sus madres desarrollándose plenamente en el mundo
del trabajo con esa formación y con sus habilidades complementarias. Un papel
fundamental lo puede lograr aquí también el desarrollo de una formación y una
educación en donde la masculinidad sea asumida de una forma diferente y en
términos de equidad de género no solo en cuanto a las oportunidades de desarrollarse
sino en la de asumir las responsabilidades propias de la crianza y del hogar.
Otro interesante estudio
comprueba que esto es así: investigadoras de la Escuela de Negocios de Harvard utilizaron
datos de una encuesta llamada “La familia y el cambio en los roles de los
géneros y en la que se entrevistaron a 13.326 mujeres y 18.152 varones
procedentes de 24 países, entre los años 2002 y 2012. A pesar de que en el
estudio se comprobó que las mujeres siguen trabajando más horas en el cuidado
de sus familias que los hombres, lo que demuestra que la desigualdad en el
hogar continúa siendo un fenómeno muy arraigado, también comprobaron que las
mujeres con mayores ingresos procedían de hogares con madres trabajadoras. Kathleen
McGinn, directora del estudio, afirma que “pocos factores han demostrado tener
mayor influencia para reducir la desigualdad de género que el hecho
de ser criado por una madre trabajadora, y añade que los resultados de su
investigación sugieren que el que ambos progenitores tengan empleo no solo
favorece la economía doméstica, sino que enseña a los hijos que la labor y la
contribución de los dos miembros de la pareja tienen la misma importancia”.
El principal hallazgo de este
estudio establece que las madres que trabajan fuera del hogar tienen una
influencia positiva en la crianza ya que es más probable que sus hijas consigan
un buen empleo en el futuro y sus hijos colaboren en las tareas de la casa y el
cuidado de la familia.
A propósito, viene al caso ilustrar
el caso del gran cantante, compositor, actor, político y abogado panameño Ruben
Blades cuando habla de su madre y su abuela.
Sobre su progenitora señala:“Mi
madre fue una influencia determinante. Me orientó hacia el arte con su talento,
pues ella cantaba y tocaba muy bien el piano con el que se acompañaba”.
Cuando ella supo
que Rubén iba dar el salto a la música, le dio algunas sugerencias que
terminaron marcándole parte de su camino. Según cuenta, “me recomendó que
estudiara y aprendiera un oficio que me permitiera una seguridad, pues la vida
del músico era muy difícil. Después de graduarme tendría mayores opciones para
decidir qué dirección tomar”. Así se terminó graduando en derecho y ciencias
políticas tanto en la Universidad de Panamá(1974) como en la Universidad de
Harvard(1985).
En un extracto de las
entrevistas donde habla acerca de este tema, publicadas en El País, señala en específico lo que lo influyó también
de su abuela:
“¿Qué recuerdos tiene de esa
abuela tan querida?
Me dio todos los impulsos
iniciales hacia la comprensión de la justicia social, la educación, la
política, el respeto hacia los demás. Estos principios surgen de su tutela, que
empieza por enseñarme a leer a los 4 años. Me entregó el poder de la lectura,
lo cual me definió como persona, para siempre.
¿Cómo era su abuela?
Fue maestra, rosacruz,
escritora, luchadora por los derechos civiles de la mujer, dos veces
divorciada, graduada de secundaria en una época en que muy pocas mujeres iban a
la escuela. Practicaba el yoga en los años 1940 y 1950, era poeta y pintora.
Envió a la escuela a sus hijas mujeres y a los hombres los educó en casa. Ella
me reveló, a los 5 años, que la muerte existía como una realidad inaplazable.
El primer regalo que me hizo fue un poemario…”
¿En qué creía su abuela?
En la educación, en la
formación como una forma de producir el avance espiritual, para tener libertad
psíquica. Ella no vivía para trabajar solamente. El trabajo le daba
independencia económica y con ello no depender de los hombres. Encaraba el
trabajo como una oportunidad de crecer, a su propia manera y en sus propios
términos.
Así, otra vez, yo le pregunté
si éramos pobres. Me respondió que por qué le preguntaba eso y yo le dije:
“Bueno, porque veo que hay cosas que nosotros no tenemos ni podemos comprar”. Y
ella me contó: “No, mira, nosotros no somos pobres, nosotros lo que pasa es que
no tenemos dinero”. Y yo: “Bueno, ¿no es lo mismo?”. “No, no es lo mismo”, me
dijo, “pobre es el que no tiene intelecto ni espíritu, pobre es el ignorante…”
Los valores en las palabras y
enseñanzas de su abuela trascendieron su vida y, a la vez, transversalizaron
todo lo que Blades ha desarrollado en su vida laboral y artística.
La influencia de la madre es parte
de un compendio de atenciones desde nuestra propia concepción en todos los
sentidos (alimentación, protección, cariño, neurodesarrollo y demás) que a lo
largo de la vida nos va a acompañar. Su influencia en el ámbito de nuestra
vocación ha estado permeada especialmente por esto y por el desarrollo de
habilidades que podríamos enmarcar dentro del desarrollo de la inteligencia
emocional y las habilidades blandas pero que, hoy por hoy, poco a poco, están
siendo complementadas por la identificación con actividades en el campo laboral
y profesional que ya forman parte del proceso de emancipación de la mujer.